martes, 12 de diciembre de 2006

"Experiencia asociada a la desaparición de un familiar" Por Andrés Aldunate G.

Resumen

Un fenómeno bastante particular, que se presenta con un progresivo aumento en nuestra sociedad, es el caso de las personas perdidas, personas, que por distintos motivos desaparecen de sus hogares y no se vuelve a tener información de ellos.

En tanto reacción de los familiares, se plantea que el proceso de duelo no se presentaría del todo, en perfecta concordancia a la manera en que la teoría lo indica, por lo que la reformulación, o el replanteamiento del duelo, en estos casos, tanto desde lo teórico como de lo práctico, toman una relevancia central, para lograr una mayor comprensión de la experiencia, y de los significados atribuidos a ésta, por parte de los sujetos que viven en esta situación.

El objetivo central de la presente investigación consiste en describir los significados asociados a la experiencia de los familiares que han sufrido la desaparición de alguno de sus parientes, con los que se evidenciaba una relación significativa y cercana y el proceso de duelo que éstos presentan, en base a una muestra de familiares que vivan esta experiencia.

A la base de ésta, se utilizará un marco teórico constructivista, asumiendo que el planteamiento de base en este enfoque es que el individuo es una construcción propia que se va produciendo como resultado de la interacción de sus disposiciones internas y su medio ambiente y su conocimiento no es una copia de la realidad, sino que mas bien una construcción que hace la persona misma. (Clifton y Chadwick, 1996).

El concepto tradicional del duelo propone que este es un sentimiento subjetivo que se experimenta tras cualquier clase de pérdida, ya sea de personas, de vínculos, de animales u objetos. (Semfyc, 2004).

Por su parte Neimeyer (2002), propone desde un enfoque constructivista, que el proceso fundamental de la experiencia del duelo, es el intento de reconstruir el propio mundo de significados. Este mundo de significados le permitiría al sujeto interpretar su experiencia, coordinar sus relaciones con los demás y orientar sus acciones dirigiendo las objetivos significativos.

Los resultados de la presente investigación dan cuenta de que el proceso de duelo por desaparición, dista claramente del que se lleva a cabo ante la pérdida de un familiar, siendo la temática central de la experiencia de estos familiares sería la permanente sensación y percepción de incertidumbre. No existirían certezas respecto del paradero, ni de las condiciones de vida del sujeto desaparecido, lo cual sería uno de los elementos más perturbadores en cuanto a la experiencia padecida por el individuo. Los tonos emocionales característicos se desarrollan en función de la culpa, de la angustia permanente y generalizada, y de la incertidumbre.

Por otro lado se plantea que los síntomas asociados en la experiencia del duelo por desaparición, se organizan en función del nivel de impacto padecido por el individuo, se plantea en este sentido, que a nivel cognitivo, los síntomas característicos se basan en el surgimiento de ideas terribles basadas en la desgracia en el abuso, en el riesgo y en la carencia del otro. A nivel afectivo, se plantea la presencia de una pena y una angustia generalizada, se da una oscilación entre sentimientos depresivos y maniacos, los primeros, basados en la frustración, mientras que los segundos en la esperanza. En el plano conductual, se observan conductas ansiosas, infructuosas e impulsivas. Se plantea que los tiempos, los lugares y las conductas se definen en función de la experiencia de la desaparición. En cuanto al nivel social, se plantea una tendencia al aislamiento y distanciamiento respecto de los lugares y personas que eran frecuentados antes de la experiencia de la desaparición. Por último, en cuanto a los síntomas físicos, se plantea el surgimiento de enfermedades físicas y trastornos de ansiedad, tales como insomnio, desatención, hiper actividad, hipo actividad, etc.

1-. Planteamiento del problema

La experiencia humana, la vida y nuestra existencia en ella, es probablemente uno de los fenómenos más difíciles de investigar, no sólo por que el objeto mismo de dicha encomienda es quién observa, dificultando la tradicional separación entre sujeto y objeto, planteada por tantos autores, sino que además, esa vida y esa experiencia propia de los individuos, si bien mantiene ciertos patrones evidentes y ciertas características, es propia a cada sujeto, y así inaccesible de manera completa al observador.

Según los planteamientos de Guidano (1994), la compresión de la experiencia humana, pasa por considerar el momento evolutivo en el que se encuentra el conocimiento de nuestra especie. Planteando que los humanos pertenecen al orden de los primates, se establecen de manera bastante genérica ciertas características estructurales de la experiencia. Los primates desarrollarían su vida y su experiencia en un mundo intersubjetivo, siendo éste un mundo en el cual el conocimiento de mi mismo es siempre dependiente del conocimiento de los otros, en donde todo lo que uno conoce de sí mismo y del mundo, dependería del cómo conozco a los otros y de cómo “uno se siente” visto por los demás.

En relación al párrafo anterior, el mismo autor plantea que son varias las consecuencias derivadas de tal caracterización de la experiencia humana. Se destaca aquí, la importancia del proceso de diferenciación de la identidad, ya que al ser el sí mismo, una construcción que pasa por el reconocimiento de los otros, el ser algo o alguien distinto de, pasa a ser una necesidad vital para la sobrevivencia de la especie. (Guidano, 1994).

El reconocer a los otros y al verse uno también reconocido por los otros, va estableciendo en los humanos una determinada forma de vivir la vida, como así también una particular forma de otorgarles significados a los hechos que nos ocurren, todo esto, va llegando a delimitar, de manera inconsciente o no, una cierta forma estable de sentirse en el mundo. Lo anterior, no solo implica un elemento central respecto de los alcances teóricos que se pretendan hacer respecto de la experiencia humana, sino que además, obliga en gran medida a hacer la distinción entre la teoría y la práctica, ya que si bien muchos fenómenos son entendidos de determinada manera desde una teoría cualquiera, la experiencia de un individuo, “en ese fenómeno ya descrito”, puede coincidir o no, con lo teóricamente estudiado. (Guidano, 1994).

Todo lo anterior, se encuentra ligado directamente con la teoría y metodología propuesta para este estudio, dimensiones que serán claramente descritas en su debido momento, por lo que solo importa destacar en este punto, que al proponer un enfoque teórico constructivista, se releva la importancia del individuo, en el sentido del cómo es que su experiencia y los significados asociados, se desarrollan ante la ocurrencia de un determinado hecho. Por otro lado, y para finalizar con este punto, una metodología cualitativa se presenta de manera coherente con esta mirada, ya que independiente de los hechos “objetivos”, la información que tomará un lugar preferencial, será la entregada por el sujeto (o actor) y el conjunto de significados asociados que éste (o éstos) presentan.

Es en este punto, al considerar o vislumbar la complejidad de la experiencia humana y la posible variedad de interpretaciones y significaciones que los sujetos le otorgan a los distintos eventos o procesos que la componen, es que la presente investigación adquiere sentido.

Se ha propuesto ya, de manera bastante general, ciertos aspectos del marco teórico desde el cual se realizará la presente investigación, a modo de dar sentido y coherencia a la posterior presentación y justificación de los temas escogidos, pretendiendo facilitar así, por parte del lector, la comprensión del lugar desde el cual todo fenómeno descrito a lo largo de la presente, será observado o entendido.

Pese a la incertidumbre propia de lo humano y a la aparente impredictibilidad de los sucesos que ocurren en el día a día, la muerte, se constituye como una de las certezas más evidentes respecto de la vida, ya que independientemente del cómo es que los sujetos se enfrenten al mundo, y de los significados que se le otorguen a los distintos eventos y procesos propios de la vida humana, algún día, a todos nos llegará la hora de morir.

En relación a este fenómeno, según lo planteado en Semfyc (2004), el duelo, sería un sentimiento subjetivo que se experimenta tras cualquier tipo de pérdida, ya sea de personas, de vínculos, de animales u objetos, sin embargo dicho sentimiento suele ser más intenso cuando se trata de la muerte de un ser querido.

Se destaca de la definición anterior, que el duelo, o el sentimiento de pérdida, no hace alusión exclusivamente a la muerte de un ser querido, ya que dicha pérdida, puede ocurrir también a un nivel simbólico. Más adelante, se realizará una clara descripción y conceptualización de este fenómeno.

Como será posible observar en la revisión teórica de la presente investigación, el duelo, como reacción del sujeto ante la pérdida de un algo o alguien (físico o simbólico), se presenta de una manera relativamente determinada (se hace alusión así al proceso de duelo), pasando así, el sujeto doliente, por distintas etapas. Tanto el desarrollo “normal” o esperado de estas etapas, como la ocurrencia de la sintomatología, también esperada, son el criterio de identificación respecto del duelo normal, o el duelo patológico. (Semfyc, 2004).

Un fenómeno bastante particular, ocurre en ciertas ocasiones en donde la pérdida se hace evidente, pero el proceso de duelo, aparentemente no adquiere el curso esperado, ya que las condiciones en las cuales la pérdida se presenta, no se corresponden con las teóricamente descritas.

Lo anterior, se corresponde al contexto en el cual la presente investigación toma sentido y relevancia, ya que un fenómeno bastante particular, que se introducirá en los antecedentes, y que como será posible observar, se presenta con un progresivo aumento en nuestra sociedad, es el caso de las personas perdidas, personas, que por distintos motivos desaparecen de sus hogares y no se vuelve a tener información de ellos.

Presumiblemente, el proceso de duelo en los familiares, no se presentaría del todo, en perfecta concordancia a la manera en que la teoría lo indica, por lo que la reformulación, o el replanteamiento del duelo, en estos casos, tanto desde lo teórico como de lo práctico, toman una relevancia central, para lograr una mayor comprensión de la experiencia, y de los significados atribuidos a ésta, por parte de los sujetos que viven en esta situación.

Es importante considerar así, que el duelo será entendido desde una mirada diferente, ya que éste se estudiará en relación al período en el cual el familiar se encuentra perdido. Esta distinción se realiza, ya que si bien hay algunos sujetos que aparecen luego de algunos días, semanas, meses y hasta años, hay otros de los cuales nunca más se volvió a tener información.

Las ausencias teóricas en relación al presente fenómeno y el consecuente replanteamiento terapéutico posible de realizar, de presentarse una reconceptualización del duelo, o una ampliación de las características asociadas a la experiencia del duelo en estos casos, se constituyen como los ejes, o pilares, de la presente investigación.

2-. Relevancias de la investigación

Se definirá así la temática central de la presente investigación, como los significados asociados a la experiencia de los familiares que han sufrido la desaparición de alguno de sus parientes, con los que se evidenciaba una relación significativa y cercana, tanto en un sentido de la relación de parentesco, como en un sentido mas afectivo, atendiendo aquí a la relación vincular que éstos presentaban.

Tomando en cuenta las características del presente estudio, no es posible identificar antecedentes directos cuya relación con la temática central de la presente investigación sea clara e irrefutable, por lo que no fue posible acceder a trabajos que aborden de manera exacta la problemática aquí expuesta. Debido a lo anterior, se presentarán ciertos antecedentes que se encuentran en algún grado de relación con las dimensiones temáticas de la presente.

Es posible identificar entonces, al menos dos dimensiones que se deben relevar, para contextualizar la temática central de la presente investigación. La primera de ellas, se encuentra en relación a las “desapariciones”, en tanto se constituyen como un fenómeno actual de la sociedad. La segunda de las dimensiones, tiene relación con la experiencia de pérdida, entendida como la reacción de los sujetos ante la “muerte” de otro significativo, aludiendo a las distintas formas en las que ésta se puede presentar.

Antecedentes respecto de las desapariciones

Respecto de un documento publicado por la Policía de Investigaciones de Chile (2001), se proponen los siguientes antecedentes:

- La década de los ´90 quedará marcada como el período de auge del secuestro express en Latinoamérica, especialmente en México, Colombia, Brasil, Venezuela y Argentina, siendo este último el país que presenta los índices mas altos, registrándose en el año 2000, treinta y cinco mil setecientos dieciséis (35.716) casos de secuestros sólo en la ciudad de Buenos Aires.

- La situación en Chile es completamente diferente, al menos las cifras así lo indican, ya que durante el año 2001, fecha en que se comenzó hablar del fenómeno del secuestro express en el país, se registraron 26 denuncias por secuestro, las que fueron en su mayoría investigadas por la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (Bipe). Su trabajo investigativo logró determinar que el fenómeno del secuestro express no había entrado al territorio nacional, y que lo que realmente sucedía y sucede hasta hoy en la mayoría de los casos es algo similar a un asalto: la víctima es retenida durante unas horas, obligada a retirar dinero de cajeros automáticos, hacer compras en casas comerciales o supermercados y posteriormente es abandonada en cualquier lugar, no existiendo una petición de rescate, característica que es esencial del secuestro, incluyendo las modalidades express y el extorsivo existentes en Argentina.

- En lo que va de este año se han registrado 16 denuncias por secuestro en el país, el 50 por ciento de las cuales han sido resueltas por la Bipe. Esta brigada especializada ha determinado que en Chile el fenómeno del secuestro está vinculado al narcotráfico. “Hay grupos de delincuentes comunes que observan los movimientos de algunos traficantes”.

Cabe destacar, que en cuanto a la desaparición de los niños, existirían múltiples causantes, no solo el secuestro se presenta aquí, ya que en algunos casos, la propia condición familiar de éstos niños los hace optar por abandonar a sus familias. (Sename, 2002).

- El registro actual del sistema de atención del Sename, que incluye sus propios centros y los de las instituciones privadas a las que subvenciona, indica un total de 6.592 niños, niñas y adolescentes vinculados a situaciones de vida en la calle, lo que representa un 11,6 % de la población vigente de la red del Servicio. La división por sexo es de un 39,7% femenino y un 60,3 % masculino.

- Respecto de los datos nacionales, y según las estadísticas de Carabineros y de la Policía de Investigaciones de Chile, en nuestro país se denuncian aproximadamente 4.500 delitos sexuales al año, de los cuales alrededor del 85% son denunciados en Carabineros y un 15% en la Policía de Investigaciones. Los estudios de victimización señalan que por cada delito sexual que se denuncia, existe alrededor de siete casos que no se mantienen en silencio y por tanto permanecen en el desconocimiento de las autoridades.

- De los niños (as) vigentes al 30 de junio de 2003, 66.575 en centros subvencionados por el Sename, el 43,0% había sido víctima de maltrato infantil, es decir, 28.642 niños, niñas y adolescentes. De este último universo, el 14.5% % había sido víctima de maltrato grave (abuso sexual y maltrato físico grave), es decir, 4.158 niños (as). Respecto al maltrato grave, 749 niños (as) fueron víctimas de maltrato físico grave y 3.409 niños sufrieron abuso sexual, en cualquiera de sus formas. De ellos, un 50.9% % corresponde al género femenino y un 49.1% al género masculino.

Antecedentes respecto del duelo y sus manifestaciones

En un estudio realizado por José A. Macías y Carmen Parrado (2001), es posible observar diversas reacciones de las personas ante la pérdida de un ser querido:

- Se calcula que aproximadamente un 16 % de las personas que han padecido la pérdida de un ser querido presentaron un cuadro de depresión durante un año o más después del fallecimiento.

- Aunque las formas de respuesta emocional a la muerte, son diferentes según el marco cultural, en los países desarrollados, han surgido nuevas situaciones relevantes como son, las reacciones de aflicción por la muerte de un neonato, las reacciones por el fallecimiento de jóvenes por accidentes de tráfico, los enfermos de SIDA, o patologías como la enfermedad de Alzheimer, que han requerido cuidados prolongados, etc., provocando una progresiva “medicalización” como soporte de la respuesta de adaptación a la pérdida sufrida, ante la crisis de otros dispositivos tradicionales de tipo religioso y cultural en la sociedad occidental.

- Es igualmente relevante señalar, las complicaciones potenciales que una reacción de duelo anormal, puede provocar, destacando entre ellas el abuso de fármacos, alcohol y drogas, el aislamiento social, la aparición de patologías ansioso-depresivas e incluso el incremento de la mortalidad y suicidio, más común entre viudos y ancianos afligidos.

- La tristeza después de la muerte de un ser querido, es difícil de distinguir de la aflicción anormal, estando igualmente deficientemente definidos los factores de riesgo predictores de un duelo patológico, aunque entre estos últimos se hayan señalado como relevantes, el estado previo de salud física y psicológica de la persona que sufre el duelo así como, el carácter inesperado o calamitoso de la muerte.

Resulta así evidente, luego de revisar los principales antecedentes respecto de las dimensiones de la presente investigación, que ni los datos encontrados, ni las delimitaciones teóricas que los sustentan (en el caso de los antecedentes respecto del duelo), dan respuesta a la problemática que se pretende exponer.

Considerando este déficit en cuanto a la existencia de información directamente relacionada con la temática central del presente estudio, es que a continuación se presentarán las distintas relevancias que ésta presenta, tanto a nivel teórico como práctico.

2.1-. Relevancia teórica

Resulta evidente, las limitaciones teóricas respecto de la temática central del presente investigación. Aparentemente toda la información existente en relación al duelo y a la experiencia de la pérdida, si bien va mas allá de la consideración de la muerte de un ser querido, o a la pérdida de algún algo o alguien significativo, no se considera la situación de pérdida o desaparición de un familiar. La imposibilidad de atribuir dicho fenómeno a causas naturales, propias de la vida humana, dificulta la conceptualización del proceso del duelo, tal cual ha sido presentado en la pasada revisión.

En consideración al párrafo anterior, una reconceptualización del duelo, de la experiencia de pérdida en familiares que han tenido la experiencia de perder un pariente cercano dada su desaparición, y no su muerte, se constituye como una relevancia central para la presente, ya que se evidencia un aporte teórico a los postulados ya existentes respecto del tema.

2.2-. Relevancia práctica

Al considerar la posibilidad de expandir la teoría respecto del duelo y de la experiencia de pérdida, al observar la particularidad de la situación experimentada por éstos familiares, surge también una posibilidad de desarrollar y confeccionar estrategias de intervención psico terapéuticas distintas.

En este caso, la relevancia no cae precisamente en el diseño de nuevas intervenciones, sino que en la importancia de proponer estrategias de intervención, centradas en la experiencia de los sujetos, y no en las características del fenómeno del duelo o de la pérdida.

3-. Objetivos de la investigación

3.1-. Objetivo general

- Describir los significados asociados a la experiencia de los familiares que han sufrido la desaparición de alguno de sus parientes, con los que se evidenciaba una relación significativa y cercana y el proceso de duelo que éstos presentan, en base a una muestra de familiares que vivan esta experiencia.

3.2-. Objetivos específicos

- Obtener información respecto del contexto o situación de la desaparición del familiar e identificar los motivos o explicaciones que éstos le atribuyen a esta experiencia.

- Describir las diferencias que existen en el proceso de duelo debido a la muerte de un familiar, con el proceso experimentado ante la desaparición de un familiar.

- Describir las diferencias que existen en la significación de la experiencia asociada a la desaparición de un familiar según el grado de parentesco.

4-. Marco teórico

Tomando en cuenta la naturaleza y las características de la temática definida para la presente investigación, y a modo de facilitar la comprensión de las distintas dimensiones que se tendrán a la base para la posterior interpretación de los resultados obtenidos, la presente revisión estará referida principalmente a tres dimensiones generales, a saber;

En un primer momento se presentará un desarrollo general de la teoría que se mantendrá a la base de la investigación, identificando así ciertos postulados y principios que facilitan la comprensión del enfoque constructivista.

En segundo lugar, se presentará una teoría explicativa respecto de los vínculos afectivos, y de su trascendencia en la conformación del sí mismo, con la finalidad de identificar y conocer las características de aquellos vínculos que se hacen significativos para la vida de los sujetos

En tercer y último lugar, se presentará una revisión teórica respecto del duelo, destacando claro, las propuestas desde el enfoque a utilizar, pero no limitando su descripción exclusivamente a éste.

4.1-. El enfoque constructivista

El planteamiento de base en este enfoque es que el individuo es una construcción propia que se va produciendo como resultado de la interacción de sus disposiciones internas y su medio ambiente y su conocimiento no es una copia de la realidad, sino que mas bien una construcción que hace la persona misma. (Clifton y Chadwick, 1996).

El enfoque constructivista parte de una base en que se enfatiza en el carácter proactivo, modelador y ficticio del ser humano respecto de la realidad, y por lo tanto, en su propiedad de modificar y configurar las realidades a las que el mismo sujeto responde (Neimeyer y Mahoney. 1998).

Es así entonces que se concibe al ser humano como un ser capaz de crear y de significar su propia realidad, por lo que se asume desde esta perspectiva, el hecho de que los seres humanos (así como cualquier otra especie) tienen negado el acceso directo a la realidad inmediata más allá de lo que se pueden llegar a explicar a través del lenguaje. (Neimeyer y Mahoney. 1998).

Con esta concepción de hombre, se manifiesta a la base un cambio en la concepción respecto de la relación que se da entre el observador y lo observado (o entre el observador y la realidad), es decir, el observador ya no se encuentra en una posición neutra respecto de la realidad, en donde se asumía una realidad objetiva e independiente del observador, y por lo tanto, se asumía a un observador imparcial y objetivo, y a lo observado como concordante con la realidad (según lo propuesto por el enfoque empirista), sino, que se asume que al observar un observador la realidad, este ordena lo observado, y por lo tanto, lo observado depende ya no solo de las características externas del objeto, sino que también depende la percepción que realiza el sujeto respecto de dicho objeto observado, por lo que se asumiría a la realidad como co-dependiente de nuestra determinada manera de ordenar dicha realidad, por lo que bajo éste enfoque es adecuado el plantear que el mundo es co-construido por el sujeto que observa dicha realidad, que es co-dependiente de dicho sujeto. (Aristegui, 2000)

Es posible plantear, que algunos de los elementos centrales del constructivismo, son la visión del mundo y el concepto de conocimiento. Se cuestionaría desde aquí la concepción de un mundo compuesto por propiedades estables, que existirían de manera independiente del observador. Desde esta mirada, los fenómenos que se presentan en el mundo, serían dependientes del observador que los percibe, y que por medio de la utilización del lenguaje los identifica y describe. Al considerar esta dependencia entre lo observado y el observador, el mundo, se volvería un mundo de sistemas observantes. (Zlachevsky, A. M., 1996).

Se logra entender, de lo planteado en el párrafo anterior, que desde una mirada constructivista, no se considera la posibilidad de lograr un acceso a la realidad, ya que ésta, en ningún momento se presentaría como algo distinto, o independiente del observador. Según Jutorán (1994), lo anterior implicaría el reemplazo de la noción de “descubrimiento” del mundo, ya que al no ser éste, independiente del observador, no hay un mundo externo que descubrir.

En lo que respecta al concepto de conocimiento, Pakman (1998) señala que el foco del constructivismo está puesto en el cómo es que las personas conocen. Propone, que el conocimiento no sería una especie de encarnación de la verdad que refleja al mundo en sí mismo, e independiente del sujeto que conoce, como lo plantea la tradición filosófica occidental. El conocimiento, desde esta perspectiva, se construye a través del intercambio e interacción simbólica entre las personas en el desarrollo de los procesos sociales interpretativos. (Neimeyer y Mahoney, 1998).

Por otro lado, según los planteamientos de Guidano (1994), al concebir esta nueva mirada del mundo y de la realidad, se comienza a definir el conocimiento como una característica propia de todo organismo vivo, ya no limitado solamente a la especie humana, entendiéndose finalmente por esta propiedad característica a la capacidad de todo ser vivo de auto organizarse, es decir, se plantea que el conocimiento es la manera en que el sujeto ordena y organiza las relaciones que éste tiene con el medio, y por lo tanto, éste tendría una función adaptativa para todos los organismos vivos.

Por lo tanto, el conocimiento es definido, bajo éste enfoque, como un proceso de autoorganización del organismo, que se organiza en función de las exigencias del propio organismo, sin dejar de lado las exigencias del ambiente externo en el cual se desarrolla. Es así que los organismos vivos transforman según sus propias exigencias a los estímulos del medio, guiando así sus respuestas ante éstos. (Guidano, 1994)

Al conceptualizar el conocimiento como un proceso de autoorganización, éste adquiere la característica de que no es algo que viene desde afuera sino que es algo que se genera en el interior del sujeto y desde lo interno va hacia lo externo, y por lo tanto, pertenece al organismo. A partir de esto, Guidano plantea que el conocimiento emerge de las exigencias propias del sujeto. (Neimeyer y Mahoney, 1998).

Según un estudio realizado por el Colegio Oficial de Psicólogos de España (2001), es posible plantear ciertas dimensiones descriptivas del constructivismo;

I-. Narrativo:

Cada uno de nosotros tiene para sí un relato de su propia vida y además cuenta historias, todas verídicas, que extrae de su biografía. Al trasladar estas narraciones, fijamos recuerdos, eliminamos ciertos desgarros internos, creamos nuestra identidad, la retocamos de forma sucesiva, vamos dando consistencia al sentimiento de nuestra existencia, nos otorgamos significación, porque justificamos y cargamos de congruencia nuestras actuaciones pasadas y vamos perfilando nuestro sentido teleológico, lo que nos da razón de ser.

Nuestra representación del mundo, y aún nuestra propia identidad, no se corresponden con una descripción estática y fija, sino que son una historia viva o dos versiones de la misma historia, que se desplazan evolutivamente al ritmo y compás con que el propio narrador se desplaza por el tiempo.

II-. Plural:

Los discursos, son múltiples, diferentes, y todos válidos, ya que parten de puntos de vista, prácticas e historias distintas.

En el plano teorético, este sentido plural quiere decir que ningún cuerpo teórico abarca en sí mismo todos los puntos de vista que son pertinentes respecto a un conjunto de fenómenos concreto. Son saberes acumulativos, complementarios. Así pues, en el plano teorético, el constructivismo se sitúa en un plano interdisciplinar. Los diferentes enfoques sobre el ser humano, las teorías psicológicas, biológicas, sociológicas, antropológicas, etc., aun siendo irreductibles entre sí, son complementarias. Y, dentro de cada uno de los encuadres posibles, ha de mantenerse este mismo respeto mutuo entre las diferentes aportaciones de cada escuela, porque cualquier conocimiento sobre el hombre sigue siendo una construcción mental, individual o colectiva, realizada desde una perspectiva peculiar.

En el plano individual, las historias acerca de nosotros mismos que fabricamos con nuestra familia son muy diferentes entre sí, no es el mismo relato el que mantenemos con nuestra madre que el que mantenemos con nuestros hijos, y, a su vez, estas historias familiares son distintas de las que fabricamos con nuestros jefes sucesivos o cono nuestros vecinos.

III-. Radical:

El movimiento constructivista defiende que, puesto que no hay un criterio válido para discernir si una teoría es mejor que otra, hay que refrendar aquellos planteamientos que sean útiles, coherentes con su contexto, no excluyentes y facilitadores del cambio. Esto no tiene nada que ver ni con el relativismo, que consagra cualquier punto de vista como equivalente a cualquier otro, ni con el mero pragmatismo que se desinteresa por el valor de la verdad para centrarse en lo que funciona, sin más pretensiones.

Este perspectivismo quizá permita adunar la pluralidad de enfoques que convergen en las ciencias humanas y el carácter proteico de cada uno de ellos. Hay muchas teorías, quizás demasiadas; pero, además, cada una de ellas muta constantemente y prolifera generando nuevos aportes, porque el hombre viene debatiéndose, hasta ahora, entre la búsqueda de la verdad y la imposibilidad de encontrar certezas absolutas. Es como una condena tantálica: siempre la verdad ahí, al alcance de la mente; pero, antes hemos de luchar con los espejismos de la inmediatez, el escepticismo de la incertidumbre, el relativismo de la subjetividad y la inconsistencia del saber contingente.

IV-. Posmoderno:

El enfoque constructivista no pretende conseguir una descripción única de la realidad, que sea a la vez objetiva, independiente del observador y que contenga toda la verdad y sólo la verdad.

El hombre se ha visto arrastrado con fuerza por la esperanza, o la utopía, de conseguir un conocimiento objetivo, incontestable, radicalmente independiente tanto del observador como del teórico, y no contaminado por los instrumentos lógicos y metodológicos de la investigación. Pero, después del principio de indeterminación de Heissenberg, hasta los físicos y matemáticos se han visto obligados, no siempre de buena gana, a renunciar al sueño de conseguir verdades absolutas.

V-. Social:

El constructivismo explica el carácter diferencial de los planteamientos teóricos en la diversidad de sus orígenes, en las múltiples situaciones, prácticas y contextos situacionales de donde arranca cada uno de ellos.

Todos los sistemas filosóficos, al igual que las creencias religiosas y las teorías científicas son hijos de su tiempo; nacen como una respuesta creativa del hombre ante las necesidades que le acucian en esa circunstancia histórica donde surge el constructo.
El constructivismo especialmente, enfatiza la creación evolutiva e interactiva de las virtualidades lingüísticas, tanto para expresar las vivencias, como para articular las posibilidades de cambio.

El lenguaje adscribe significado a toda conducta, y no digamos, a la enfermedad o al síntoma. Un mismo acto es polisémico por sí mismo, pero, además, es conceptualizado y catalogado de forma muy distinta, según sea el talante del perceptor.

Resulta evidente, desde lo planteado en los párrafos anteriores, que el constructivismo, no se limita a una comprensión del ser humano superficial, ni simplista, ya que todas las dimensiones de la vida de las personas, o dicho de otro modo, todas las temáticas que se van constituyendo como parte de la experiencia humana, van delimitando y orientando el cómo es que las personas se refieren el mundo, y los hechos de los cuales son parte.

Continuando con la misma línea anterior, se destacan los planteamientos de Von Glaserfeld (1992), el cual propone, de manera sistemática y general los dos principios básicos del constructivismo.

- El conocimiento no se recibirá pasivamente, ni a través de los sentidos, ni por medio de la comunicación, sino que es construido activamente por el sujeto cognoscente.

- La función de la cognición sería adaptativa y serviría a la organización del mundo experiencial del sujeto, no al descubrimiento de una realidad ontológica objetiva.

El constructivismo asume el hecho de que no podemos asegurar que las observaciones que hacemos del mundo son la realidad y que las otras posturas están equivocadas. Adoptar esta posición constructivista implica descartar la creencia de una sola respuesta correcta que excluya todas las demás posibilidades. Por el contrario, implica la posibilidad de aceptar múltiples respuestas. (Zlachevsky, A. M., 1996).

Es posible proponer, desde los aspectos teóricos revisados del enfoque constructivista, que los sujetos, ven la realidad, o una parte de ella, desde sus propias posibilidades, desde su experiencia, desde lo que ellos mismos y su particular forma de experimentar el mundo pueden observar. Estas observaciones de la “realidad”, no serían entonces una mera descripción de un sujeto independiente del objeto, sino que mas bien una construcción que surge y se fundamenta en la interacción entre dicho sujeto con el objeto.

Al pararse desde esta mirada, las reacciones que los sujetos puedan presentar ante la pérdida o desaparición de un hijo, deben ser entendidas y analizadas desde una postura más comprensiva, ya que la finalidad de tal comprensión, no estaría dirigida a la situación misma, sino que mas bien al cómo es experimentada por los sujetos, pretendiendo lograr el acceso a la gama de significados que estructuran dicha experiencia e identificando ciertos patrones y regularidades en sujetos distintos.

Una dimensión importante de la vida de los sujetos, que además de ser parte de la experiencia propia de lo humano, es un factor que si bien no es exclusivo, va delimitando el sentido que las personas le van dando a los distintos hechos, como así también las emociones “típicas” (para ese sujeto en particular) ante ciertas situaciones, es la que se presenta en relación al ámbito relacional y vincular.

Se ha planteado en distintos momentos de la presente investigación, que desde el marco teórico utilizado a la base, las personas, su auto imagen y la percepción de la realidad, son la construcción consecuente de una interacción entre las personas y entre éstas con el mundo.

En este sentido, el área vincular toma un relevancia bastante particular, ya que no toda interacción con otro es significativa, ni tampoco son todas las interacciones significativas parte constitucional de nuestra identidad.

Es importante el considerar, que desde una mirada constructivista, ciertas interacciones de nuestra infancia, y los tipos de vínculos que se van estableciendo en relación a otros significativos, van delimitando ciertas formas de sentir y entender la realidad, como así también la imagen que vamos construyendo de “nosotros mismos”.

Debido a lo anterior, se plantea que para entender de manera mas completa la experiencia de la desaparición de un pariente “significativo”, los significados asociados y el proceso de duelo que se manifiesta en esta situación, se debe comprender también la relevancia del mundo vincular y del apego en la vida de las personas, ya que así tomará sentido el comprender, desde un enfoque constructivista, la temática central de la presente investigación.

A continuación, se presentarán los postulados centrales de la teoría del apego, formulada por Bowlby (1995), con la finalidad de comprender el cómo es que los vínculos afectivos, y su consecuente separación (en el caso de la pérdida o desaparición), afecta no solo la vida cotidiana de las personas, sino que también el cómo éstos, se entienden a sí mismos y a los demás.

4.2-. Vínculos afectivos significativos y la definición del sí mismo desde la Teoría del apego

La teoría del apego desarrollada por John Bowlby se constituye como un marco explicativo tanto de la conducta de apego, como de los apegos que desarrollan los niños con otros individuos, y que se caracterizan por ser un apego duradero en el tiempo (Bowlby, 1998). Toma relevancia para la teoría del apego, la forma en que el niño se relaciona con su cuidador o con alguna figura significativa para él (representando éste para el niño una fuente de protección y seguridad), es decir, del apego que el niño tiene con éste, y de las conductas que llega a desarrollar, con el fin de acercarse a un otro que es definido como protector. Esta manera determinada de relacionarse con su figura de apego, va a influir de manera significativa en el cómo el sujeto (niño) desarrollará pautas de relación con los demás en el futuro, que guiarán su conducta a la hora de relacionarse en, y con el mundo (Bowlby, 1995).

Es importante el distinguir entre “conducta de apego” y “apego”. Se entiende por apego a la disposición a comportarse de tal manera, en que el sujeto se muestre absolutamente dispuesto a buscar la proximidad, y así lograr el contacto con otro, manifestando este tipo de disposición especialmente en situaciones especificas. La disposición del sujeto a comportarse de esta determinada manera, se constituye como un atributo que presenta la persona apegada, y que se caracteriza por ser persistente en el sujeto, que se va modificando lentamente a través del tiempo, y que no se ve alterada de manera inmediata por situaciones especificas. Por el contrario, al hablar de conducta de apego, se alude principalmente a las distintas conductas que pueden llegar a ser desplegadas por un determinado sujeto, a fin de obtener una proximidad y contacto con otro, y para mantenerla en el tiempo. De esta manera, la conducta de apego puede manifestarse en distintas circunstancias, y con distintas personas, ya que su objetivo es lograr la proximidad con otro, y no se constituye como un apego duradero, o también definido como un vinculo de apego, que se limita solo a unas pocas personas (Bowlby, 1998).

La teoría del apego plantea que es de relevancia para el desarrollo del sujeto el establecimiento de lazos emocionales íntimos con determinados individuos, siendo esto algo propio de la naturaleza humana. La capacidad del ser humanos de desarrollar lazos emocionales íntimos, se considera un aspecto fundamental y de gran relevancia en cuanto al funcionamiento afectivo de la personalidad y de la salud mental, y puede el sujeto desempeñar, tanto el papel de buscador de cuidados, o el que otorga cuidados y protección a otro, siendo estas dos modalidades consideradas, desde la teoría del apego, como propio de lo humano (Bowlby, 1995).

El vínculo cumple un rol fundamental en el desarrollo de todo sujeto, ya que guía el desarrollo del sí mismo, otorgándole un sentido de unicidad y particularidad a la experiencia del sujeto (Peillard y Valentino, 2003). De esta manera, el establecer lazos emocionales íntimos con los demás, le da la posibilidad al sujeto de tener una visión comprensiva y organizada de los factores y elementos que influyen en la estructuración de su auto conocimiento, es decir, en como el sujeto va a ordenar y darle un significado a la experiencia (Guidano y Liotti, 1985 en Balbi, 1994).

Según Guidano (1995), todo ser humano, a la hora de su nacimiento, viene con una cierta gama de tonalidades emocionales, difíciles de diferenciar y bastante difusas, pero que se van organizando y estructurando a través de la sintonía que van desarrollando con sus cuidadores (o figuras de apego). De esta manera, se van relacionando dichas tonalidades emocionales con determinadas percepciones, acciones y situaciones específicas, por lo que se da pie a la configuración de esquemas emotivos por parte del sujeto. Los esquemas emotivos generan un estado de reciprocidad en el vínculo que tiene el niño con su figura de apego, lo que le da la pauta al niño, para desarrollar una percepción y evaluación respecto de sí mismo y de su relación con el mundo, en cuanto a la proximidad que éste tiene con sus otros significativos (Guidano, 1995 en Peillard y Valentino, 2003).

A partir de del desarrollo de los vínculos de apego entre el niño y sus figuras significativas, el niño ira estructurando y dándole una coherencia a su vivenciar en el mundo, lo que le permitirá diferenciarse respecto de los demás, adoptando una manera característica de percibir y referirse el mundo y de definirse a sí mismo en él (Guidano, 1994). De ésta manera, el niño va construyendo internamente modelos operantes, respecto de su figura significativa, y también de sí mismo en cuanto a su relación con dicha figura, lo que influirá en la organización de la experiencia, ya que permitirá transformar la experiencia intersubjetiva en conocimiento personal (Guidano, 1994). El concepto de modelo operante fue desarrollado por Bowlby en 1969, entendiendo por esto a los mapas cognitivos, representaciones o esquemas que un individuo tiene respecto de sí mismo, en cuanto a su entidad física, psíquica y la de su entorno (Balbi, 1994).

Por lo tanto, desde el enfoque constructivista, se puede plantear que el apego se constituye como un proceso auto referencial, que se torna indispensable para el sujeto a la hora de construir un sentido de sí mismo que sea coherente y permanente en el tiempo (Balbi, 1994; Peillard y Valentino, 2003). Balbi (1994) señala a medida que el niño va creciendo, y por lo tanto, va desarrollando sus estructuras cognitivas, o modelos operacionales en términos de Bowlby, se van pautando y complejizando de modo progresivo las relaciones vinculares que el niño fue conservando a lo largo del tiempo con su figura significativa. Es a partir de aquí que surgen los patrones vinculares familiares, que serán determinantes en la organización del significado personal desarrollado por cada sujeto (Balbi, 1994).

Balbi (1994) señala que la calidad del vínculo afectivo, llegará a determinar el tipo y la calidad de las emociones, que puede llegar a experimentar el niño en desarrollo, y que por lo tanto, podrá llegar a reconocer como propias. Es así que se concibe que la percepción que tenga el niño respecto de su figura de apego, va a influir de manera significativa y determinante en cómo el niño se llegará a percibir a sí mismo, y por lo tanto en la evaluación que éste haga de sí.

4.3-. Respecto del duelo y la pérdida

4.3.1-. Aspectos generales

El duelo puede ser entendido y experimentado de distintas maneras, por esta razón, resulta difícil el encontrar una única definición con respecto a este tema. Sin embargo, a partir de la revisión bibliográfica realizada, se ha podido establecer que muchos teóricos han coincidido en que el duelo, es un sentimiento subjetivo que se experimenta tras cualquier clase de pérdida, ya sea de personas, de vínculos, de animales u objetos. (Semfyc, 2004).

Considerando la definición propuesta en el párrafo anterior, el duelo puede surgir como resultado de distintos tipos de pérdida, además de la pérdida de una persona querida. Se incluye aquí la pérdida de status, de una figura nacional o de un animal doméstico. Por otra parte, la expresión del duelo abarca un amplio abanico de emociones, que dependen de las normas y expectativas culturales y de las circunstancias de la pérdida (por ejemplo, una muerte inesperada y repentina, frente a una muerte claramente anticipada). (D´Arcy Lyness, 2004).

El trabajo de duelo es un proceso psicológico complejo de deshacer los lazos contraídos y enfrentarse al dolor de la pérdida, al duelo y al sentimiento de la pérdida.

En sus acepciones más generales, es posible plantear una clasificación del duelo, considerando tanto su curso, como la sintomatología que se hace evidente ante la experiencia de pérdida.

El duelo no complicado es una respuesta normal, a la vista del carácter predecible de sus síntomas y de su desarrollo. Al principio del duelo suele experimentarse una especie de aturdimiento y perplejidad. Esta aparente dificultad para comprender el alcance de lo que ha ocurrido suele ser breve. Va seguida por expresiones de dolor y malestar tales como el llanto y los suspiros, si bien entre las culturas occidentales este tipo de comportamiento es más habitual en mujeres que en hombres. Aparecen también sensación de debilidad, pérdida del apetito, pérdida de peso, dificultad para concentrarse, respirar y hablar. Los problemas de sueño suelen manifestarse como dificultad para dormirse, despertarse en medio de la noche o despertarse demasiado pronto. Con frecuencia se sueña con la persona fallecida y la persona experimenta un gran desconsuelo al despertarse y comprobar que sólo se trataba de un sueño. (Semfyc, 2004).

Es también frecuente el auto reproche, aunque es menos intenso en un duelo normal que en uno patológico. Este tipo de reproches suele centrarse en actos relativamente triviales que se hicieron o se dejaron de hacer al difunto. Las personas que se sienten aliviadas de que sea la muerte de otro la que se ha producido, y no la propia, pueden sentir la llamada culpabilidad del superviviente. El superviviente cree a veces que es é quien debería haber muerto, y no el otro, y (si este sentimiento persiste) puede tener problemas para establecer nuevas relaciones por temor a traicionar al difunto. También tienen lugar distintas formas de negación a lo largo del proceso de duelo; con frecuencia, la persona que vive el duelo reacciona o se comporta como si la muerte no se hubiera producido. Los intentos de perpetuar la relación perdida suelen manifestarse en actitudes tales como seguir comprando objetos que gustaban al difunto o que se lo recuerdan (objetos de vínculo). (Semfyc, 2004).

La sensación de presencia del fallecido puede ser tan fuerte que provoque ilusiones o alucinaciones (tales como oír la voz del difunto o sentir su presencia). En un duelo normal, la persona se da cuenta de que estas percepciones no son reales. Como parte de lo que se ha llamado fenómenos de identificación, el superviviente puede adoptar cualidades, gestos y características de la persona fallecida, con el objeto de perpetuarla de una manera concreta. Estas maniobras pueden alcanzar expresiones potencialmente patológicas, como la aparición de síntomas similares a los que sufrió el fallecido o la sugestión de que se padece también la enfermedad que fue causa de su muerte. (D´Arcy Lyness, 2004).

Tradicionalmente, el duelo dura entre 6 meses y un año, y termina al cumplirse el primer año sin el fallecido. Algunos signos o síntomas del duelo pueden persistir mucho más allá de uno o dos años, y es posible que ciertos sentimientos, síntomas y conductas permanezcan para toda la vida. Al final, sin embargo, los duelos normales se consiguen resolver, y la persona recupera su ánimo productivo y de relativo bienestar. Por lo general, los síntomas agudos del duelo van perdiendo fuerza gradualmente, y a los dos meses del fallecimiento, la persona en duelo es capaz de dormir, comer y volver a funcionar. (Semfyc, 2004).

Es posible plantear entonces, en base a las características del duelo, la contraparte del duelo “normal” de manera ya más clara y definida. Algunas personas sufren un duelo y período de luto anormales. El duelo patológico puede adoptar diversas formas, que van desde la ausencia o retraso en la aparición del duelo hasta un duelo excesivamente intenso y prolongado que suele asociarse a intenciones suicidas o síntomas abiertamente psicóticos. El mayor riesgo de sufrir un duelo de características patológicas lo tienen aquellas personas que sufren una pérdida repentina o que se produce en condiciones horribles, los que están aislados socialmente, los que se sienten responsables (reales o imaginarios) de la pérdida, los que arrastran historias de pérdidas traumáticas y los que tienen una intensa relación de ambivalencia o dependencia con la persona fallecida. (Semfyc, 2004).

Cabe destacar en este punto, que no solo las características de la pérdida inciden en el cómo es que el duelo se presenta en los sujetos, ya que como ha sido expuesto en la sección anterior, referida al enfoque constructivista, el cómo las personas se refieren los hechos de su vida, no solo pasa por el hecho, sino que también por su experiencia, por sus significaciones previas, por sus patrones afectivos, etc.

En relación a esto, toma relevancia el realizar una salvedad teórica en cuanto a la posición del doliente, o a la relación el doliente respecto del “fallecido” (o más bien desaparecido para efectos de la presente investigación). Evidentemente, se presenta de manera distinta el duelo, cuando el doliente es un niño que sufre por la pérdida de sus padres, o cuando el doliente es un niño, que sufre por la pérdida de un hermano, y así tantas posibilidades se puedan formular tanto dentro, como fuera de las relaciones de parentesco, el punto que se debe relevar en este sentido, es que la relación del doliente, en cuanto al desaparecido, se manifiesta de manera “significativa” y que la causa del duelo, no se encuentra en el fallecimiento de un otro (lo cual se constituye como una certeza para el doliente respecto de la condición del otro), sino que por la desaparición, situación en la cual no hay certezas que indiquen al doliente respecto de las situación de vida, o muerte, que pueda estar padeciendo el familiar desaparecido.

4.3.2-. Explicaciones teóricas del duelo y de la pérdida

4.3.2.1-. Postulados de John Bowlby

John Bowlby (1998), en su teoría del vínculo mas señala la tendencia de los seres humanos a establecer intensos vínculos afectivos con otras personas, en este sentido "la conducta de apego es cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado, al que se considera mejor capacitado para enfrentar el mundo". En este sentido "el duelo, se entiende como la reacción habitual ante la pérdida, una vez que ésta ha ocurrido".

Desde los planteamientos de este autor, es posible identificar cuatro fases características de el duelo (John Bowlby, 1998):

- La fase 1 es la fase inicial de intensa desesperación, caracterizada por el aturdimiento y la protesta. La negación puede aparecer inmediatamente, y también son frecuentes la cólera y la disconformidad. Esta etapa puede durar momentos o días, y la persona que vive el duelo puede recaer en ella varias veces a lo largo del proceso de luto.

- La fase 2 es de intensa añoranza y búsqueda de la persona fallecida. Se caracteriza por la incapacidad de descansar físicamente y la preocupación obsesiva por el fallecido. Esta fase puede durar varios meses, e incluso años, aunque de forma más atenuada.

- En la fase 3, que ha sido llamada la de desorganización y desesperación, la realidad de la pérdida empieza a asentarse. Se tiene la sensación de moverse arrastrado por las circunstancias, y la persona en duelo parece desconectada, apática y sin intereses. Suelo padecerse insomnio y pérdida de peso, así como la sensación de que la vida ha perdido sentido. La persona en duelo revive constantemente recuerdos del fallecido; se sufre una inevitable sensación de desconsuelo cuando se constata que se trata sólo de recuerdos.

- La fase 4 es una etapa de reorganización, en la que los aspectos más dolorosamente agudos del duelo comienzan la recesión y se experimenta la sensación de volver a incorporarse a la vida. La persona fallecida se recuerda ahora con alegría, y también con tristeza, y se consigue internalizar su imagen.

Tomando en cuenta las características del duelo “normal” y los condicionantes de cada una de las etapas propuestas por Bowlby (1998), es posible destacar que la duración del duelo, sería uno de los elementos distintivos respecto del corte de normalidad. En este sentido, es posible observar que las personas manifiestan su duelo de manera muy distinta, los síntomas, signos y fases del duelo y el sentimiento de pérdida no son tan discretos como parecen implicar sus caracterizaciones. En cualquier caso, las manifestaciones del duelo suelen perdurar en el tiempo. La duración y la intensidad del duelo, sobre todo en su fase más aguda, dependen de si la muerte o pérdida se ha producido de un modo más o menos repentino. Si la muerte, o en este caso la pérdida se producen sin aviso previo, el shock y la negación pueden durar mucho tiempo; si esta experiencia se esperaba desde tiempo atrás, gran parte del proceso de duelo puede haberse llevado a cabo antes de que la muerte llegue a producirse.

4.3.2.2-. Postulados de William Worden

Worden (1997), plantea que el duelo representa una desviación del estado de salud y bienestar, e igual que es necesario cuidarse el hospicio lógico para devolver al cuerpo su equilibrio homeostático, así mismo se necesita un período de tiempo para que la persona en duelo vuelva a un estado de equilibrio similar.

A raíz de esto, Worden (1997) considera que ante una pérdida, se inicia un proceso activo de adaptación a una realidad que ha cambiado. Este proceso se caracteriza por cuatro aspectos esenciales, orientados a establecer el equilibrio y completar el proceso de duelo. Estos aspectos deben ser completados antes de que el duelo acabe. Sin embargo no requieren seguir un orden específico.

- Aceptar la realidad de la pérdida: si no es así se utiliza la negación de la realidad, el significado o la irreversibilidad de la pérdida.

- Trabajar las emociones: es importante reconocer y trabajar el dolor, puesto que de lo contrario se manifestará mediante síntomas otras conductas disfuncionales.

- Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.

- Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo, lo que no significa renunciar a la persona muerta, sino que encontrarle un lugar adecuado en su vida emocional, de manera que le permita continuar viviendo de manera eficaz.

Worden (1997) distingue entre etapas, fases y tareas. Las primeras las crítica porque consideran que las personas no pasan por etapas fijas ubicadas en serie, si no que se pueden pasar de una etapa a otra en cualquier orden o bien anclarse en una determinada e incluso experimentar varias simultáneamente. En este sentido el autor hace explícito su desacuerdo respecto de los planteamientos de distintos autores que proponen el duelo común proceso fijo claro y delimitado, con etapas y un orden preestablecido. Cabe destacar, que pese al desacuerdo planteado por este autor, en lo que si concuerdan la mayoría de los autores es en que el duelo requiere de tiempo, y también de que el proceso que se debe cumplir.

4.3.2.3-. Postulados de Robert Neimeyer

Los postulados del siguiente autor ocuparán un lugar especial en el desarrollo de la presente investigación al considerar el marco referencial utilizado por éste.

Neimeyer (2002), critican las visiones tradicionales y que se refieren al duelo, puesto que para él, el considerar el concepto de etapas, puede inducir a un error, en el sentido de que las teorías anteriormente descritas proporcionarían una descripción anónima de unos síntomas supuestamente universales del duelo y una serie de fases de reacciones que canales que parecen ignorar las particularidades de cada uno de nosotros. Por otro lado él plantea su desacuerdo en cuanto a la consideración de que el duelo debe acabar en una recuperación, tampoco cree que se pueda dejar de lado la capacidad para actuar, no está de acuerdo con que se tomen en cuenta sólo las respuestas emocionales y se deje de lado las conductas y significados, por último no está de acuerdo tampoco con que el proceso de duelo sea privado y se deje de lado el contexto relacional.

A partir de los planteamientos del párrafo anterior, este autor propone desde un enfoque constructivista, que el proceso fundamental de la experiencia del duelo, es el intento de reconstruir el propio mundo de significados. Este mundo de significados le permitiría al sujeto e interpretar su experiencia, coordinar sus relaciones con los demás y orientar sus acciones dirigiendo las objetivos significativos. (Neimeyer, 2002).

En términos del autor, para entender la experiencia de la pérdida, se hace necesario reconocer su omnipresencia en la vida humana. En cierto sentido, perdemos algo cada vez que avanzamos un paso nuestra vida, cosas que van desde las más concretas como lo son las personas, en los lugares, los objetos, hasta las más inmateriales, como lo es el caso de la juventud, los sueños y los ideales. El concepto de “pérdida" no debe ser implícitamente considerado en un contexto negativo, ya que hasta los cambios más positivos de nuestra vida implican en mayor o menor medida pérdida. Continuando con la idea anterior, los inevitables cambios por la que las personas pasan desde su infancia hasta la vida adulta, nos empobrecen, al mismo tiempo en que nos enriquecen. Se recalca nuevamente le idea de que todo cambio implica una pérdida, como así también cualquier proceso de pérdida es imposible sin la existencia de un cambio. (Neimeyer, 2002).

En cuanto a la constitución del duelo, es importante destacar que los afectados parecen compartir ciertas reacciones, sentimientos y procesos de curación, aunque también hay una variabilidad importante que depende de cada persona, de su forma de afrontar la adversidad y de la naturaleza de la relación que mantenía con la persona desaparecida. El autor reconoce que por motivos de simplicidad, es posible identificar ciertas fases de un proceso típico de duelo, como lo es el caso de las muertes repentinas e inesperadas de algún ser querido, aunque éste patrón puede variar en otras condiciones, como pueden ser los casos de muertes violentas o de muertes provocadas por largas enfermedades o por acontecimientos traumáticos. Incluso en estos casos, los afectados suelen participar de estos patrones comunes, aunque su intensidad o curación pueden variar de una pérdida a otra. Se hace referencia así a un "ciclo de duelo", que comienza con la anticipación o el conocimiento de la muerte de ser querido y se desarrolla a lo largo de una etapa vital de ajustes consecuentes. (Neimeyer, 2002).

- Evitación: cuando las circunstancias que rodearon a la muerte son ambiguas, los sobre vivientes suelen aferrarse a la esperanza de que su ser querido haya sobrevivido contra todo pronóstico, hasta que se hace inevitable la aceptación de la triste realidad. Una persona que se encuentra en esta fase puede tener sensaciones de aturdimiento o irrealidad. En términos conductuales, la persona puede parecer desorganizada y distraída, incapaz de llevar a cabo las actividades más rutinarias de la vida cotidiana.

- Asimilación: después de quedar desprotegidos por la conmoción y una vez externalizadas nuestra ira y evitación, empezamos a experimentar la soledad y la que tristeza con toda su intensidad, aprendiendo las duras lecciones de la ausencia de nuestro ser querido en miles de contextos de nuestra vida cotidiana. Ante esta profunda desesperación, se hace frecuente en limitar nuestra atención y nuestras actividades, distanciándonos del mundo social más amplio y dedicando cada vez mayor atención a la absorbente elaboración del duelo que debemos hacer para adaptarnos a la pérdida. En el estrés prolongado característico de esta fase también puede incidir en nuestra salud física, siendo frecuentes síntomas, el nerviosismo, las sensaciones de embotamiento, las náuseas y los trastornos digestivos.

- Acomodación: finalmente, la angustia y la atención característica de la fase de asimilación empiezan a ceder en las direcciones de una aceptación resignada de la realidad de la muerte. Aunque la mayoría de los casos la añoranza y la tristeza siguen presentes meses o años en la muerte, nuestra concentración y funcionamiento suelen mejorar. Vamos recuperando así un mayor nivel de autocontrol emocional y nuestros hábitos de alimentación y descanso vuelven a la normalidad.

El autor, hace referencia también a una equivocada concepción de la pérdida en la que se conceptualiza a los individuos afectados como sujetos que nos pueden hacer nada con su dolor, asumiendo así una postura pasiva respecto de su propia experiencia. En oposición, se describe el proceso de duelo como un proceso lleno de elecciones, de caminos o posibilidades que podemos aceptar o descartar, seguir o evitar. Se propone que uno de los objetivos principales de este proceso es el de volver a aprender cómo es el mundo, un mundo que la pérdida ha transformado para siempre. (Neimeyer, 2002).

Partiendo de la concepción del duelo como un proceso activo, se han definido una serie de tareas que los individuos deben realizar para asimilar y superar sus pérdidas, siendo dichas tareas formuladas desde esta teoría en términos de desafíos que la persona debe afrontar uno, haciéndolo de maneras diferentes en función de los recursos de los que dispone y de la naturaleza de la pérdida uno que ha sufrido. (Neimeyer, 2002).

- Reconocer la realidad de la pérdida: nos obliga a aprender la lección de la pérdida a un nivel intensamente emocional, a través de una serie aparentemente interminable de confrontaciones con las limitaciones que nos impone el daño que hemos sufrido, la ausencia de nuestro ser querido o la desaparición de un rol valioso que ayudaba definir nuestra identidad. Una dimensión interesante de este desafío pasan por reconocer que nosotros sufrimos la pérdida como individuos, sino también como miembros de sistemas familiares, esto hace que debamos reconocer la pérdida y comentar la pérdida con todos los afectados, prestando especial atención a la inclusión de los niños, los enfermos y los mayores en estas conversaciones familiares.

- Abrirse al dolor: por lo general ante la ocurrencia de una pérdida, lo habitual es que nos veamos superados por un dolor que nos resulta insoportable y que intentemos distanciarnos de él como sin embargo el distanciamiento de los sentimientos más estresantes que despierta la pérdida podría llegar a retrasar o perpetuar nuestro proceso de duelo, las personas que ha sufrido una pérdida necesitan identificar los matices de los sentimientos que deben elaborar y poner orden en ellos, ya sea en momentos de reflexión y contemplación privada por momentos compartidos de conversación. Por otro lado, tampoco es recomendable el ser centrarse sin tregua en el dolor de la pérdida, ya que podemos llegar a lastimarnos en niveles muy elevados.

- Revisar nuestro mundo de significados: la experiencia de una pérdida importante no sólo nos roban nuestras posesiones, nuestras capacidades o nuestros seres queridos, sino que también suele transformar nuestras creencias y presuposiciones que habían sido hasta ese momento los pilares que sustentaban nuestra filosofía de vida. En este caso se propone el comprender la pérdida como un evento propio de lo humano, de que como tales siempre tenemos un final.

- Reconstruir la relación con lo que se ha perdido: este desafío adquiere un carácter especial en los casos de muertes o pérdidas de los seres queridos. En éste caso los individuos afectados pueden sentirse obligados a olvidar la persona que han perdido, partiendo de la idea equivocada de que deben seguir adelante sin mirar atrás, cuando lo más acertado un serie de plantear que la muerte o pérdida transforma las relaciones, en lugar de ponerles fin. En este sentido no parece tan necesario el distanciar ser los recuerdos de ser querido ya que será la posibilidad de replantear una relación basada en la presencia física en otra basada en la conexión simbólica.

- Reinventarnos a nosotros mismos: resulta evidente en este momento, que ante la experiencia de la pérdida puede también morir, o dejar de ser, una parte de nosotros, no se debe olvidar que somos seres sociales que construimos nuestras identidades alrededor de las personas más importantes en nuestras vidas, y por ello la pérdida de alguna de estas personas genera también un vacío en nosotros mismos. Se plantea en este caso que a medida en que vayamos aprendiendo las lecciones de la pérdida, podemos afrontar nuestra vida con otras prioridades, con un criterio más claro respecto a lo que es importante y lo que merece que le dediquemos nuestra atención. Al revisar la filosofía que orienta nuestra vida, también nos reinventamos a nosotros mismos, abriendo posibilidades que antes parecían cerradas. En este sentido, aunque le pérdida puede ser dañina, también puede orientar nuestra renovación.

5-. Análisis de datos

5.1-. Análisis de contenido según criterio temático

5.1.1-. Categorización y codificación según criterio temático

A continuación se presentarán las categorías y sub categorías desde las cuales se realizará una organización de los datos y así posibilitar un análisis de contenido según las líneas temáticas observadas en la muestra utilizada. Para facilitar la estructuración de dicho análisis se presentarán también las codificaciones respectivas a cada una de las categorías presentadas.

- Contexto de la desaparición y antecedentes generales (CDAG): en esta categoría, se hace alusión a todos aquellos elementos, percibidos por los individuos, que den cuenta de la situación contextual en la cual ocurre la desaparición.

- Contexto de la desaparición y antecedentes generales asociados a la estructura y/o dinámica familiar (CDAGEF): es posible señalar en esta sub categoría, que dentro de este contexto general, los sujetos dan cuenta de las dinámicas familiares, o de las estructuras familiares contextuales a la ocurrencia de la desaparición.

- Percepción del impacto de la experiencia (PI): en esta categoría, se han de considerar todo tipo de impactos, que las personas han padecido producto de la experiencia de la desaparición del familiar.

- Percepción de impacto cognitivo (PICOG): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel cognitivo padecido por los individuos, incluyendo aquí los pensamientos más recurrentes, las creencias, etc.

- Percepción de impacto conductual (PICON): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel conductual padecido por los individuos, incluyendo aquí las conductas típicas realizadas, como así también aquellas que se dejan de realizar.

- Percepción de impacto afectivo (PIAF): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel afectivo padecido por los individuos, considerando los sentimientos y las emociones que van surgiendo producto de la experiencia, como así también aquellas que están en relación a los cambios o repercusiones a nivel más general, producto de la experiencia de desaparición.

- Percepción de impacto familiar (PIFA): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel familiar padecido por los individuos, como lo son por ejemplo las repercusiones a nivel de la dinámica familiar, los distanciamientos o acercamientos producidos en la familia, luego de la desaparición, etc.

- Percepción de impacto social (PISO): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto en la vida social o interpersonal padecidas por los individuos, como lo son por ejemplo, la tendencia al aislamiento, o los cambios en las dinámicas de interacción social, entre otras.

- Percepción de impacto físico (PIFI): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel físico padecido por los individuos, como lo son las enfermedades ocurridas luego de la desaparición, la somatización de ciertos estados emocionales característicos, la ocurrencia de cuadros sintomáticos asociados también a la experiencia de la desaparición.

- Percepción de impacto económico (PIEC): en esta sub categoría, se hace alusión a todas aquellas percepciones, respecto del impacto a nivel económico padecido por los individuos, como los son los problemas monetarios asociados a la desaparición.

- Mecanismos de afrontamiento (MA): en esta categoría, se han de considerar las estrategias utilizadas por los individuos para hacer frente a los distintos tipos de impactos padecidos por la experiencia de la desaparición.

- Recursos (MAR): en esta sub categoría, se consideran los recursos que forman parte del repertorio de los individuos y que son utilizados con el fin de disminuir el impacto de la desaparición del familiar a nivel personal, o para asumir esta experiencia.

- Recursos personales (MARP): se consideran aquí, todas aquellas estrategias descritas por los individuos, que se relacionan con las fortalezas personales, con la fuerza de voluntad, con el amor propio, etc.

- Recursos familiares (MARF): se consideran aquí, todas aquellas estrategias descritas por los individuos, que se relacionan con la familia, en tanto lugar de apoyo y de sostén personal.

- Recursos sociales (MARS): se consideran aquí, todas aquellas estrategias descritas por los individuos, que se relacionan con el uso o concurrencia de distintas instancias sociales, con el apoyo de corporaciones, hogares, instituciones, etc.

- Recursos religiosos (MARR): se consideran aquí, todas aquellas estrategias descritas por los individuos, que se relacionan con el uso de la fe.

- Explicaciones (MAE): en esta sub categoría, se consideran los intentos de los individuos por dar sentido a la experiencia, acudiendo al uso de distinto tipo de explicaciones que disminuyen, de una u otra forma el impacto padecido por la experiencia de la desaparición.

- Explicaciones causales (MAEC): se consideran aquí, todas aquellas explicaciones descritas por los individuos, que están en relación al origen o causa de la experiencia de desaparición, o al origen y causa asociado al impacto padecido.

- Explicaciones basadas en las consecuencias (MAECO): se consideran aquí, todas aquellas explicaciones descritas por los individuos, que están en relación a la identificación de las consecuencias que ha tenido la experiencia de desaparición, aludiendo a distintos ámbitos de su vida, y que disminuyen algunos de los impactos padecidos por la experiencia.

- Proceso de aceptación (PA): en esta categoría, se consideran las percepciones de los individuos respecto de realizar un proceso de aceptación de la experiencia, cerrando o asumiendo ciertos procesos que se han iniciado por ésta, o simplemente dejándola atrás mediante la realización de ciertos procesos.

- Consideración de la posibilidad de realizar un cierre (PAC): en esta sub categoría, se consideran las percepciones de los sujetos, respecto de dejar atrás, o superar la experiencia de la desaparición, abandonando los síntomas y anulando los distintos impactos observados producto de ésta.

- Cierre imposible (PACI): se considera aquí, la imposibilidad de realizar un cierre, o de dejar atrás la experiencia de la desaparición y todo lo que esté en relación a ella.

- Reestructuración del significado personal (PARSP): en esta sub categoría, se consideran las percepciones de los individuos, respecto de una redefinición del si mismo, o de un cambio en la percepción que los individuos tienen de su propia persona, luego de la experiencia de la desaparición.

Resignificación adaptativa (PARSPA): se consideran aquí aquellos elementos, descritos por los individuos, que forman parte de la redefinición del sí mismo, y que funcionan de manera adaptativa para la vida de la persona.

Resignificación desadaptativa (PARSPD): se consideran aquí aquellos elementos, descritos por los individuos, que forman parte de la redefinición del sí mismo, pero que interfieren y afectan en la adaptación de la persona, resultando disfuncionales para el diario vivir, siendo así elementos desadaptativos.

- Resignificación de la experiencia (PARE): en esta sub categoría, se alude a aquellos elementos descritos por los individuos, que dan cuenta de un proceso de resignificación de la experiencia de desaparición, modificando el sentido que originalmente se le había otorgado a ésta.

- Sentimientos característicos de la experiencia de desaparición de un familiar (SCE): se consideran aquí aquellas percepciones de los individuos, respecto de aquellos elementos emotivos característicos de la pérdida, que se manifiestan con transversalidad a toda la experiencia y que se constituyen como elementos fundamentales de la estructuración de la propia vida luego de la desaparición.

5.1.2-. Análisis de contenido

5.1.2.1-. Contexto de la desaparición y antecedentes generales

Contexto de la desaparición y antecedentes generales asociados a la estructura y/o dinámica familiar

Si bien es imposible establecer una norma en cuanto a la estructura familiar típica y/o a la dinámica familiar, se observan una serie de correspondencias en cuanto a la conformación de la familia en un sentido interaccional. Ciertas temáticas, tales como el miedo, la desconfianza, la percepción de un mundo amenazante, la intensidad de las relaciones y la escasez de límites los suficientemente claros, son transversales en las experiencias que han sido consideradas.

Según los relatos de los individuos, indistintamente del grado de parentesco existente, se plantea que existía un afán por cuidar y proteger al familiar desaparecido, por tratar de controlar los tiempos y los espacios, por tener la certeza de que estará siempre en un lugar seguro, ya que tanto en los medios de comunicación, como en los distintos lugares que se suelen frecuentar, se muestran historias de abuso, de peligro, de muerte, etc. por lo que el mundo, o aquella parte de éste que no es del todo conocida, se significa en la relación familiar, como un lugar peligroso y amenazante.

5.1.2.2-. Percepción del impacto de la experiencia

Percepción de impacto cognitivo

Es posible observar en los datos recogidos distintos elementos respecto de los impactos percibidos a nivel cognitivo. Aparentemente las implicancias de la experiencia de la desaparición de una familiar con el cual se mantenía una relación significativa son bastante importantes, y bastante limitantes en cuanto a las posibilidades de “mejora” para los dolientes. Se destacan así los siguientes elementos;

Dentro de los pensamientos más frecuentes, aparecen aquellos que están en relación a la situación actual del desaparecido, ideas terribles sustentadas en la posibilidad del abuso, del dolor, de la desgracia, son las más recurrentes en estos sujetos. Se destaca que si bien a momentos surge la idea de que el familiar desaparecido podría estar muerto, el rechazo es casi inmediato, pese a que se reconoce que sería mucho más conveniente el tener cualquier tipo de certezas respecto de su ubicación, incluso aunque esta certeza pasara por saber de la muerte de la persona.

Otro elemento identificado, dentro del plano cognitivo de los individuos de la muestra, es que la mayoría de las ideas, de los pensamientos, de los planes a mediano y largo plazo, tienen a la base de su estructuración la experiencia de la desaparición, siendo la posibilidad de encontrar al familiar desaparecido, el fundamento de la mayoría de los proyectos futuros.

Un elemento característico de los sujetos de la muestra, y que se presenta en relación a lo señalado en el párrafo anterior, es la permanencia de la esperanza y de la incertidumbre. La incertidumbre, como idea base de todas las ideas presentes en los individuos, es una de las más frustrantes y amenazantes para el bienestar del doliente, ya que la ausencia de cualquier tipo de certeza respecto del paradero y condición del desaparecido, impide el encontrar o formular cualquier tipo de ideas que mantengan ciertos aspectos positivos. Por otro lado la esperanza, no se plantea del todo como un elemento positivo, ya que ésta apunta principalmente a la negación de que el familiar esté fallecido, ya que dicha aceptación, implicaría la desestructuración de muchos proyectos en relación a la aparición del familiar.

Percepción de impacto conductual

Según lo observado en los datos obtenidos, a la base de la mayoría de las implicancias conductuales asociadas a la experiencia de la desaparición del familiar, existe la idea o cuestionamiento de ¿cómo no hacer algo?.

En este sentido, es posible plantear que la repercusión conductual más directa de la experiencia de desaparición en los dolientes, es aquella orientada a la permanente búsqueda. Muchos, por no decir la mayoría de los comportamientos de las personas, se basan en una cierta funcionalidad respecto de aumentar las probabilidades de encontrar al desaparecido.

Lo anterior implica, según lo observado en los relatos de los sujetos de la muestra, es que las conductas, los tiempos y los lugares se definen en función de la desaparición, ya que no solo las conductas presentan la idea de funcionalidad expuesta en el párrafo anterior, los tiempos, son organizados en función de ésta, al igual que la concurrencia a ciertos lugares. En “todo” lo que se hace, lo que se pretende es aumentar las posibilidades de saber algo del familiar desaparecido.

Por otro lado, surgen también una serie de conductas que se mantienen a la base de la ansiedad y de la angustia. Ciertos comportamientos obsesivos, ansiógenos, depresivos, etc. aparecen en el repertorio conductual de estos individuos, luego de la experiencia de la desaparición.

Percepción de impacto afectivo

Es posible observar en los datos recogidos, que el impacto afectivo producto de la experiencia de la desaparición del familiar se manifiesta en distintos niveles. Un elemento común y transversal a la experiencia posterior a la desaparición, en términos de lo planteado por los individuos, es la permanente angustia y ansiedad generalizada. La incertidumbre presente en todo momento, la angustia de “no saber nada”, la ansiedad de obtener cualquier tipo de información, son condiciones emocionales que están siempre presentes.

La culpa y la impotencia, asociada también a esta experiencia, son factores que se asocian a lo anterior, ya que la emoción se manifiesta de manera tan penetrante, que existe un miedo permanente respecto de los familiares presentes, sobre todo de aquellos sobre los cuales se mantiene una relación de cuidado y dependencia (otros hijos o familiares que dependen del doliente). Este miedo consiste principalmente en que la experiencia se vuelva a repetir, por lo cual se instalan sentimientos de sobre protección hacia éstos.

Otro elemento identificado en el relato de los individuos, es la oscilación permanente entre estados emotivos de profunda depresión y estados emotivos relativamente más positivos. Los estados depresivos se caracterizan por un constante malestar, por una inhibición conductual, por una pena permanente y por una ideación suicida, elemento encontrado en ambos relatos. Por otro lado, aquellos estados más positivos, se caracterizan por organizar el pensamiento en función de la esperanza, de las expectativas de que algo podría mejorar y de que podrían lograrse algunos resultados en relación a la búsqueda del familiar.

Percepción de impacto familiar

Según los datos recogidos, se observan principalmente dos procesos que afectan a la familia luego de la desaparición de un familiar. Si bien estos procesos podrían darse conjuntamente, no se presenta una clara permanencia de su relación, por lo que deberán ser entendidos como dos procesos separados e independientes, que a momentos se complementan, pero que a momentos no ocurre así.

El primer impacto descrito, y el más evidente para los sujetos de la muestra, es el consecuente desequilibrio familiar, es la pérdida de la estabilidad mantenida hasta antes de la desaparición. Las relaciones intra familiares cambian, se producen distanciamientos, quiebres, conflictos, entre otros. Se plantea que lo más característico es el distanciamiento, el cual se daría, según los individuos, principalmente por un proceso de ensimismamiento, de despreocupación por el “otro”, y por una clara priorización de todo lo que está referido al familiar desaparecido. El propio sentir, aquellas ideas instaladas en el individuo respecto de la experiencia de la desaparición, serían aquellos elementos que primarían en la interacción familiar.

El otro proceso que se observa en los relatos, aparece de manera más infrecuente, y se plantea tanto en relación a la experiencia de la desaparición, como en respuesta al proceso descrito en el párrafo anterior. Aparentemente, en ciertos momentos, las repercusiones del distanciamiento y de la despreocupación de los otros llega a niveles críticos, en el sentido de que la crianza de los hijos queda de lado, o las preocupaciones por la relación de pareja también se postergan, lo que termina en conflictos de distinto tipo. Ante estos conflictos es que se desarrolla este segundo proceso, realizando un acercamiento “parcial” hacia los otros, acercamiento definido de manera funcional, ya que está orientado a superar la crisis, ya que luego se instala nuevamente el distanciamiento y la preocupación por el familiar desaparecido.

Percepción de impacto social

Según los datos recogidos, el elemento central respecto del impacto que padecen los sujetos en cuanto a sus interacciones sociales o inter personales, luego de la experiencia de la desaparición de un familiar es el aislamiento.

Este aislamiento, o distanciamiento, o quiebre de la mayoría de las relaciones interpersonales, sería prácticamente inmediato a la experiencia, y permanente en el tiempo. Este proceso, según lo planteado por los individuos de la muestra, estaría fundamentado en lo doloroso y dificultoso que es el mantener las relaciones con los otros.

Los sentimientos de angustia y de ansiedad que se describían en los párrafos anteriores, también afectan este nivel, ya que la mayoría de los contextos en los cuales los individuos interactúan, están asociados también al familiar desaparecido, por lo que se gatillan sentimientos de dolor y de nostalgia, al “recordar” o “asociar” al familiar desaparecido, las actividades que se realizaban con él, las rutinas, etc. con los lugares a los que habitualmente se frecuentaban.

Percepción de impacto físico

Según los datos recogidos, es posible plantear que el impacto físico padecido por las personas luego de la experiencia de la desaparición de un familiar, consiste principalmente en la somatización de los distintos estados emocionales característicos de ésta.

Los estados ansiosos, tanto los depresivos como los más maniacos, se observan en síntomas tales como el insomnio, la desatención, la inquietud motora, la caída del cabello, entre otros.

Estas repercusiones físicas, son descritas como altamente disfuncionales para los sujetos, ya que los coloca en una posición de debilidad y de discapacidad, inexistente hasta antes de la desaparición del familiar. Estos distintos cuadros, interfieren también de manera significativa en los distintos ámbitos de la vida de los sujetos, como el laboral y el social, ámbitos que ya se ven afectados y disminuidos por la afectación de los factores descritos anteriormente.

Percepción de impacto económico

Según los datos recogidos, el impacto económico padecido por los individuos luego de la desaparición del familiar, pasa principalmente por la cantidad y magnitud de los gastos que se requieren para realizar todas aquellas actividades que se definen en orientación a la búsqueda del familiar.

El alto costo de los viajes, de los exámenes, de los medios que publicitan la desaparición del familiar, son los que los individuos de la muestra refieren con mayor frecuencia.

Se presenta en relación a esta dimensión, el hecho de que al verse afectada la vida social de los individuos, incluyendo en ésta al ámbito laboral, la mayoría de los familiares no disponen de una gran cantidad de recursos económicos para hacer frente a esta situación, por lo que el impacto pasa principalmente, según se observa en los datos, por el destinar los pocos recursos de los cuales se dispone, a la búsqueda del familiar desaparecido.

5.1.2.3-. Mecanismos de afrontamiento

5.1.2.3.1-. Recursos

Recursos personales

Según los datos recogidos, aquellos recursos propios que son percibidos por los individuos de la muestra, consisten principalmente en las habilidades que se tienen respecto de la frustración y de la motivación para seguir adelante.

Se destaca, que el propio sujeto, se considera a sí mismo como a un recurso fundamental, sus distintas habilidades y la percepción de estar “solo” en la experiencia de la desaparición, interactúan para ubicarse en tal situación. La autonomía tiene así un rol fundamental, ya que independientemente del resto, el sujeto realiza todas aquellas actividades que se crean necesarias para obtener información del paradero del familiar desaparecido.

La necesidad de “estar bien”, de verse y sentirse a sí mismos hábiles y capaces, se relaciona de forma bastante particular con el sentimiento de esperanza respecto de la aparición del familiar, ya que dicha creencia, es decir, el pensar que en algún momento el familiar volverá, es la motivación principal para mantenerse bien, y así poder cuidar y proteger nuevamente al familiar desaparecido para cuando éste vuelva.

Recursos familiares

La concepción de la familia como recurso para hacer frente a los distintos impactos padecidos por la experiencia de desaparición de un familiar, pasa principalmente por los roles que le son atribuidos a la familia de manera a priori. En este sentido, se plantea que la familia, siempre va a estar ahí, que independiente de los altos y los bajos que deban pasar, siempre estarán ahí.

Esta posición respecto de la familia, se mantiene pese a la percepción de las dinámicas presentes luego de la desaparición del familiar.

Se plantea así, según los relatos de los individuos de la muestra, que el rol fundamental que cumple la familia en este contexto, sería el de brindarse compañía mutua en los momentos de crisis, como así también de contenerse cuando se presentan situaciones de fragilidad o inestabilidad emocional.

Recursos sociales

La consideración de la existencia de los recursos sociales, por parte de los sujetos de la muestra, pasa principalmente por la acogida de ciertas instituciones y corporaciones que se desempeñan en el área de las personas desaparecidas directamente, como lo son carabineros o la policía de investigaciones.

El trabajo de estas instituciones por un lado, más el apoyo (considerado relativo por parte de los individuos de la muestra) de los medios de comunicación, ayudan a enfrentar ciertos impactos de la desaparición, siendo un mecanismo de apoyo en las gestiones que estas personas realizan con la finalidad de encontrar a sus familiares desaparecidos.

Otra instancia social que es considerada por los individuos, son los distintos grupos existentes, que están constituidos con la finalidad de brindar apoyo a las personas que padecen distinto tipo de experiencias difíciles.

Recursos religiosos

Es posible observar en los datos recogidos, que el recurso religioso ocupa un lugar muy importante en tanto mecanismo utilizado por los individuos para disminuir el impacto de la experiencia de la desaparición de un familiar.

Si entrar en un plano explicativo por parte de los sujetos, es decir, sin que “Dios” o la “voluntad de Dios” expliquen la experiencia de la desaparición, el recurso religioso es utilizado y concebido de distintas formas por los sujetos.

Por un lado, Dios, o la fe en alguna divinidad, sirven de base para mantener las esperanzas respecto de la búsqueda del familiar desaparecido, o como aliento respecto de las posibles condiciones de vida en las cuales éste se vea sujeto. Por otro lado, la creencia en la voluntad de Dios, y en sus características, son un refugio constante para los miedos y los pensamientos fatalistas de los individuos, como así también respecto de su propio dolor. Se encuentra así consuelo y contención en la idea de un Dios presente y conciente respecto de las problemáticas que se padecen ante tal experiencia.

5.1.2.3.2-. Explicaciones

Explicaciones causales

Es posible observar en los datos recogidos, que las explicaciones utilizadas por los individuos de la muestra, en tanto recursos que disminuyan el impacto de padecer la experiencia de la desaparición de un familiar, suelen tener una misma dirección. La idea de Dios, es referida con una nueva connotación, aquí no solo se considera como refugio ni contención, sino que más bien como agente causal y responsable de la desaparición del familiar.

Es importante destacar en este punto, que Dios es por preferencia la explicación utilizada para referirse a la desaparición, pero lo habitual es que no se cuestione su quehacer. La idea de Dios, sigue manteniendo sus características divinas y positivas, y al dejar en Él la responsabilidad de que el familiar haya desaparecido, disminuye en ciertos aspectos el impacto padecido por el doliente.

Explicaciones basadas en las consecuencias

Según los relatos de los individuos de la muestra, las explicaciones basadas en las consecuencias que ha tenido el padecer la experiencia de la desaparición de un familiar, el elemento central y característico de éstas sería el reconocer algunos aspectos positivos, tanto a nivel familiar como personal dada la ocurrencia de ésta.

Es importante mencionar que este recurso es el menos utilizado, y solo toma sentido en ámbitos muy particulares de la vida de los individuos, como por ejemplo el reconocer en sí mismos ciertos recursos o ciertas capacidades que hasta entonces no habían descubierto, o el reconocer ciertos cambios respecto de sus relaciones familiares, luego de las crisis producidas por la experiencia de la desaparición.

Se destaca, que las explicaciones basadas en las consecuencias, resultan en una reducción del impacto padecido por los individuos muy limitada, ya que la experiencia general, o las emociones perturbadoras que surgen ante tal experiencia, aparentemente no se modifican al ofrecer los sujetos este tipo de explicaciones.

5.1.2.4-. Proceso de aceptación

5.1.2.4.1-. Consideración de la posibilidad de realizar un cierre

Cierre imposible

Es posible observar de los datos recogidos, que existe un claro “rechazo” por parte de los individuos a la posibilidad de dejar atrás la experiencia de la desaparición del familiar, o de “superar” aquellos elementos centrales de la experiencia.

Se plantea que la “pérdida”, en tanto proceso experimentado dada la desaparición del familiar, se vive a diario, se mezcla con todos los ámbitos de la vida, y perturba hasta el más pequeño de los detalles que forman parte de la vida.

Según los relatos de los individuos de la muestra, la imposibilidad de dar término a la experiencia, o de disminuir de manera importante los impactos asociados, pasaría principalmente por el tema de la incertidumbre, ya que aparentemente siempre, en todo momento, o en la mayoría de los contextos y situaciones que forman parte de la vida del sujeto, se estarían buscando respuestas, o pistas que den información respecto del familiar, de su paradero o condición actual, o recordando los momentos en los cuales el familiar aún no había desaparecido.

5.1.2.4.2-. Reestructuración del significado personal

Resignificación adaptativa

Es posible observar en los datos recogidos, la idea, por parte de los individuos de la muestra, de que la experiencia de la desaparición de un familiar, con el pasar del tiempo, los hace verse “distintos como personas”, en el sentido de que lograrían un mayor contacto con el sufrimiento de los otros, con las preocupaciones de los otros, etc.

Se plantea, que luego de padecer la experiencia de la desaparición, los sujetos cambiarían el modo de verse y de entenderse a sí mismos, ya que habrían adquirido ciertas cualidades “más humanas” que no poseían antes de que todo ocurriera.

Es importante destacar, que si bien en esta dimensión de la experiencia de los individuos se hace alusión a un cambio adaptativo respecto de la forma de verse y entenderse a sí mismos, no sería efectivo el hablar de un proceso de aceptación efectivo de la experiencia de la desaparición, ya que si bien se destacan estos elementos positivos de la persona, los sentimientos respecto de la desaparición, la imposibilidad del cierre, y la importancia de la desaparición respecto de la estructuración de la mayoría de las dimensiones de la vida de los individuos, sigue siendo una característica presente.

Resignificación desadaptativa

Es posible observar de los datos recogidos, una alta tendencia por parte de los individuos de la muestra, a que luego de padecer la experiencia de la desaparición de un familiar, se realice una modificación en cuanto a la propia percepción de la imagen personal o resignificación del sí mismo, que se caracterice por ser fundamentalmente desadaptativa para la vida del sujeto.

En este sentido se plantea que la identidad del sujeto, luego de la experiencia, se define de manera utilitaria y funcional, en el sentido de que lo que “uno es, o el como uno está”, se establece con la finalidad de estar bien y sentirse fuerte, para cuando el familiar desaparecido vuelva. Dicho de otra forma, desde los rasgos principales de la personalidad, hasta os estados de ánimo característicos de la persona, son concebidos y construidos por el propio sujeto con la finalidad de poder cuidar y proteger nuevamente al familiar cuando aparezca.

Otra posibilidad que también se manifiesta en el relato de los sujetos, en cuanto a la resignificación del sí mismo luego de la experiencia de la desaparición, es que la propia identidad, se defina desde la falta, desde la ausencia del otro, concretizando todos los posibles caminos a seguir como opciones de vida, ya que “todo carecería de sentido” al no poder encontrar al familiar desaparecido.

Se destaca respecto de esta dimensión, que la resignificación del sí mismo de manera desadaptativa, es uno de los fenómenos que se observa con más frecuencia en los relatos de los individuos, siendo además uno de los elementos propios de la experiencia del “doliente” que más afecta y limita el bienestar de éste.

5.1.2.4.3-. Resignificación de la experiencia

Es posible observar en los datos recogidos, que luego de ocurrida la experiencia de la desaparición de un familiar, existe la posibilidad de que ciertos elementos dicha experiencia se reestructuren, adquiriendo así un nuevo significado.

Si bien se plantea que este proceso podría tardar mucho tiempo en darse (sobre los tres años luego de la desaparición del familiar), además variar de persona en persona, existe la posibilidad de identificar en la experiencia traumática, ciertos elementos que podrían ser de utilidad para otras personas, en este sentido, la desaparición del familiar, o más bien ciertos aspectos implicados en la vida de los individuos “dolientes” que están en relación a ella, podrían ser resignificados de manera tal, que se podría encontrar un cierto “sentido” a todo lo vivido, asumiendo que la propia experiencia, podría servir de experiencia a otras personas.

Se plantea que este proceso de resignificación de la experiencia, ha de ser entendido como un fenómeno probable, pero que se da en ámbitos limitados respecto de la experiencia global, ya que si bien ciertos elementos podrían ser entendidos, después de mucho tiempo, de manera más positiva (dada su utilidad), la emoción disfuncional a la base de la experiencia sigue siendo la misma en sus aspectos más relevantes, como lo son por ejemplo, el impacto percibido por el sujeto, en los distintos ámbitos de su vida.

5.1.2.5-. Sentimientos característicos de la experiencia de desaparición de un familiar

Es posible observar en los datos recogidos, que existiría un patrón común en cuanto a la expresión emocional de las personas que padecen la experiencia de la desaparición de un familiar. Se plantea, que existirían ciertos sentimientos (o emociones) característicos de esta experiencia, y que su definición y perturbación, estaría a la base de los distintos ámbitos de la experiencia global del doliente, es decir, a la base de todas las categorías revisadas anteriormente.

Serían tres las emociones características de esta experiencia, las que se presentan en relación unas a otras, y que resumen el proceso general que padece la persona ante la experiencia de la desaparición.

En un primer lugar, se plantea que un sentimiento característico es la culpa del “doliente”, culpa que se sustenta en dos factores fundamentales descritos por los sujetos. El primero de ellos, tiene relación con la culpa respecto de lo que no se hizo para evitar la desaparición, como lo son por ejemplo las distintas precauciones de cuidado y de control, como así también el mantenimiento de ciertas dinámicas familiares que podrían explicar la desaparición del familiar.

En un segundo lugar, se plantea como sentimiento común la “angustia permanente”, en el sentido de que por lo general, en todo momento, en casi todos los contextos de la vida del sujeto, la temática de la desaparición está presente, lo cual incide en el comportamiento del sujeto, y que lo lleva a buscar pistas o explicaciones que ofrezcan algún tipo de información respecto del paradero o de la condición de vida actual del familiar desaparecido.

En tercer lugar, se plantea como sentimiento común, a la permanente incertidumbre presente en todas las ideaciones del sujeto, incertidumbre basada en la ausencia de todo tipo de información o referencia respecto del familiar que se encuentra desaparecido.

Es posible observar también, en el relato de los individuos de la muestra, que estos sentimientos no se presentan con una determinada jerarquía, sino que más bien entendiéndolos en relación y considerando la reciprocidad de su mantenimiento.

5.2-. Análisis de identificación del discurso

Al considerar el contenido de las dimensiones y de los códigos analizados en la sección anterior, es posible establecer un patrón articulador de las distintas temáticas abarcadas por los individuos. Este eje articulador, presupone que el individuo “padece” una experiencia traumática, sin tener una percepción de control respecto de los cambios y de la dirección de su propia vida.

Se propone que este patrón común sería “la percepción del individuo de una completa incertidumbre respecto de la localización y condición de vida del familiar desaparecido, y una clara limitación respecto de sus posibilidades de acción y de control del curso de su propia experiencia”.

Es en este sentido en el que se plantea que el sujeto padece su propia experiencia, ya que independientemente de que todos los significados que el sujeto le atribuye al hecho de la desaparición de un familiar están en función de sus propias posibilidades, los cambios, y la dirección de su vida y de su actuar en ella, al menos desde su propia percepción, se articulan como completamente ajenos a su voluntad.

Se hace evidente en el discurso de los individuos, que la incertidumbre ya descrita, se constituye como un factor central de la experiencia, como así también de todos los significados atribuidos en los distintos ámbitos de su propia vida. La afectación en el plano cognitivo, emotivo y conductual del individuo, respecto de esta percepción de incertidumbre, es notablemente clara en el discurso.

En lo que se refiere al plano cognitivo de la experiencia, se ha observado ya que la totalidad de las ideaciones, ya sean explicativas o descriptivas de la experiencia, tratan de disminuir el impacto de la incertidumbre, con la finalidad de lograr alguna percepción de control respecto del curso y sentido de la propia experiencia. Estos intentos, al menos aparentemente fracasan, debido al alto grado de perturbación provocado por la ya descrita percepción de incertidumbre.

En cuanto al plano emocional de la experiencia, se hace evidente el impacto de la percepción de incertidumbre en los síntomas ansiosos y depresivos observados en estos individuos. Los forzosos esfuerzos por lograr algún grado de certeza y sus infructuosos resultados, se reflejan en cada uno de los cuadros emocionales descritos. En este sentido, tanto las respuestas depresivas, como las más maníacas u obsesivas, están en relación a la consecuencia emocional originada por el grado de incertidumbre, ya sea por un reiterado fracaso en el control de ésta, o en un esfuerzo por su consecución.

Por último, se plantea que en el plano conductual – físico, aquello que se observa en el discurso se debe a las incidencias y somatizaciones de los estados emocionales originados por dicha percepción de incertidumbre.

Una relación bastante particular se da entre la esperanza de los sujetos, en relación la espera de obtener algún tipo de información respecto de la localización del familiar desparecido y la percepción de incertidumbre. Se plantea que ésta, limita las posibilidades de los individuos dolientes de realizar un cierre en cuanto a los impactos que ha padecido respecto de la experiencia de la desaparición, pero al mismo tiempo, dada la imposibilidad de cerrar o dar término a la experiencia del doliente, es que la esperanza se constituye como el único recurso disponible, ya que cualquier otro camino, implicaría la conciencia de alguna especie de certezas.

5.3-. Interpretación teórica de los resultados obtenidos

Han sido descritos ya a lo largo de la presente investigación, los elementos teóricos constituvos del duelo desde un enfoque constructivista, por lo que no se considera necesario el realizar una nueva revisión al respecto. Se ha descrito también la consistencia de la experiencia de la desaparición de un familiar. Esta última, para efectos del posterior análisis, se denominará “duelo por desaparición”, para diferenciarla del duelo por la pérdida.

La interpretación teórica respecto de los resultados obtenidos, consistirá en la descripción de las distintas categorías temáticas presentes en el proceso de duelo por la pérdida, con la finalidad de realizar una comparación entre estos dos procesos.

Luego de esta descripción, se expondrá un cuadro comparativo entre el duelo por la pérdida y el duelo por desaparición, con la finalidad de sistematizar las diferencias observadas, y demostrar en un análisis posterior, la importancia de una redefinición de los aspectos terapéuticos para esta nueva modalidad del proceso de duelo.

Las categorías que se describirán desde la experiencia del duelo por desaparición son las siguientes;

- Temática central; en el duelo por desaparición, la temática central de la experiencia, que estructura los diversos ámbitos propios de la vida del individuo, sería la permanente sensación y percepción de incertidumbre. No existirían certezas respecto del paradero, ni de las condiciones de vida del sujeto desaparecido, lo cual sería uno de los elementos más perturbadores en cuanto a la experiencia padecida por el individuo. Los tonos emocionales característicos se desarrollan en función de la culpa, de la angustia permanente y generalizada, y de la incertidumbre.

- Conflictos; en el duelo por desaparición, se plantea que el conflicto característico se da entre una permanente esperanza respecto de la posibilidad de volver a tener información respecto del desaparecido y una constante frustración, basada en los sentimientos de incertidumbre y de incontrolabilidad de la dirección de la experiencia. Otro conflicto característico se da en relación a la búsqueda de certezas, tanto objetivas como subjetivas, con la finalidad de disminuir la ansiedad producida por el desconocimiento respecto del individuo desaparecido.

- Síntomas asociados; en la experiencia del duelo por desaparición, los síntomas se organizan en función del nivel de impacto padecido por el individuo, se plantea en este sentido, que a nivel cognitivo, los síntomas característicos se basan en el surgimiento de ideas terribles basadas en la desgracia en el abuso, en el riesgo y en la carencia del otro. A nivel afectivo, se plantea la presencia de una pena y una angustia generalizada, se da una oscilación entre sentimientos depresivos y maniacos, los primeros, basados en la frustración, mientras que los segundos en la esperanza. En el plano conductual, se observan conductas ansiosas, infructuosas e impulsivas. Se plantea que los tiempos, los lugares y las conductas se definen en función de la experiencia de la desaparición. En cuanto al nivel social, se plantea una tendencia al aislamiento y distanciamiento respecto de los lugares y personas que eran frecuentados antes de la experiencia de la desaparición. Por último, en cuanto a los síntomas físicos, se plantea el surgimiento de enfermedades físicas y trastornos de ansiedad, tales como insomnio, desatención, hiper actividad, hipo actividad, etc.

- Mundo de significados y variabilidad individual; el duelo por desaparición, ha sido formulado desde un enfoque constructivista, por la que la variabilidad individual de la experiencia siempre ha de ser considerada, independientemente de la existencia de ciertos elementos comunes en cuanto a la experiencia del sujeto doliente. Por otro lado, se plantea que el mundo de significados del individuo, luego de la experiencia de la desaparición de un individuo, se “concretiza” y se tiñen los distintos ámbitos de la vida del sujeto, por los sentimientos y pensamientos característicos del duelo por desaparición. Dicho de otra forma, el sujeto se define a sí mismo y en relación a los demás desde esta experiencia.

- Carácter procesal de la experiencia; al considerar el carácter “emergente” de la formulación del duelo por desaparición, resulta imposible el identificar etapas o procesos claros y diferenciados unos de otros. Lo que si es posible identificar, respecto del carácter procesal de la experiencia, es la ocurrencia de ciertos hitos, que si bien no se presentan en un claro orden cronológico, son fácilmente distinguibles unos de otros. Se plantea así, que la reacción inicial a la experiencia de la desaparición de un familiar, existiría una marcada sensación de desesperación y descontrol, caracterizada por la presencia de altos niveles de ansiedad. Se observa que con el transcurrir del tiempo, los síntomas asociados al duelo por desaparición aumentarían de manera significativa, afectando y limitando cada vez más los distintos ámbitos de la vida de los individuos. En algún momento de esta experiencia, aparentemente luego de la invasión generalizada de los síntomas característicos, el sí mismo se estructuraría desde la experiencia de la desaparición del familiar. Un elemento transversal a la experiencia, sería la permanente oscilación y confrontación de sentimientos de esperanza y de frustración. El último elemento central de esta experiencia, sería la imposibilidad de realizar un cierre, por lo que la oscilación recién mencionada se mantendría como una constante a la experiencia.

6-. Conclusiones

Un fenómeno bastante particular observado en la presente investigación, es el cómo un otro, puede influir tan determinantemente en la imagen que se tiene de uno mismo. La consideración del “individuo en interacción” debe trascender a una propuesta teórica, ya que es en esa interacción en la que nos vamos defiendo a nosotros mismos, y en donde se van forjando los elementos constitutivos de nuestra personalidad.

La relevancia de las interacciones con los otros, se hace patente en el proceso de duelo que experimentan las personas, en el cómo éste se convierte en limitante para el posterior desarrollo de la vida, y en el cómo la ausencia o pérdida de un otro significativo redefine también ciertos elementos que eran considerados propios.

La experiencia del duelo por la desaparición de un familiar, podría ser considerada como una de las más perturbadoras y limitantes respecto de la experiencia humana. Cuando la certeza se hace presente, sea del tipo que sea, las posibilidades de realizar una reestructuración de la experiencia son evidentes, ya que todo tipo de trabajo se basará en la integración de cierta información “concreta”, lo cual no ocurre en este caso dada la permanente incertidumbre respecto de la experiencia.

Se ha propuesto a lo largo de la presente investigación, que los modelos teóricos, como así también los modelos de intervención, deben de considerar al ser humano en una constante interacción, y no como individuos aislados, independientes unos de otros y completamente separados en cuanto a su experiencia. El hecho de que la idea de variabilidad sea considerada central, para efectos del marco teórico sobre el cual se está trabajando, en ningún momento ha de ser entendido como una ausencia de pautas o patrones que regulen la experiencia de los individuos.

En relación a lo propuesto en el párrafo anterior, es que el hecho de describir detalladamente la experiencia de los individuos que padecen la desaparición de un familiar, toma también una relevancia práctica, ya que si bien ciertos significados variarán de sujeto a sujeto, existen ciertos elementos comunes, que son altamente invalidantes y disfuncionales para la vida de los individuos, por lo que el desarrollo terapéutico que considere estos elementos será de gran utilidad.

¿Cómo trabajar sobre la incertidumbre?, ¿cómo flexibilizar el mundo de significados de los individuos que padecen esta experiencia?, ¿cómo disminuir el impacto que tiene esta experiencia para los individuos en los distintos ámbitos de su vida?.

El sustento teórico necesario para dar respuesta a estas preguntas ha sido el objetivo de la presente investigación. Por lo que las conclusiones que se presentan a continuación, tendrán por objeto el especificar las líneas generales del duelo por la pérdida, con la finalidad de demostrar su ineficacia respecto del duelo por desaparición, y así proponer ciertos lineamientos generales que debiesen ser considerados para mejorar la capacidad de los sujetos de vivir menos disfuncionalmente sus propias vidas.

Como ya ha sido expuesto en el desarrollo teórico de la presente investigación, Neimeyer (2002) propone una concepción del duelo por la pérdida como un proceso activo, en el cual el propio individuo debiese hacer algo con su dolor, para lo que se definen una serie de tareas que estos podrían realizar con la finalidad de asimilar y superar sus pérdidas.

Una de las primeras estrategias a utilizar, sería el “reconocer la realidad de la pérdida”, tarea que ayudaría a aprender la lección de la pérdida a un nivel intensamente emocional, por medio de una serie de confrontaciones con las limitaciones que nos impone el daño que hemos sufrido al perder a este ser querido. (Neimeyer, 2002).

La segunda tarea propuesta por el autor, consiste en “abrirse al dolor”, consistente en identificar las matices de los sentimientos de la pérdida que deben elaborar y así poner orden en ellos, ya sea por medio de la contemplación o de la reflexión. (Neimeyer, 2002).

La tercera consiste en “revisar nuestro mundo de significados”, ya que las experiencias de pérdida suelen modificar nuestras creencias y presuposiciones, las que hasta ese momento eran los pilares que sustentaban la propia filosofía de vida. En este caso se propone el comprender la pérdida como un evento propio de lo humano, ya que como tales, siempre tenemos un final. (Neimeyer, 2002).

En un cuarto y penúltimo lugar, se plantea que los sujetos deben “reconstruir la relación con lo que se ha perdido”. La dolientes, pueden sentirse obligados a olvidar a la persona que han perdido, partiendo de la idea equivocada de que deben seguir con su vida sin mirar atrás, siendo que lo más acertado sería el pensar que la muerte transforma las relaciones, en lugar de ponerles fin. (Neimeyer, 2002).

Por último, el autor propone que debemos “reinventarnos a nosotros mismos”. Se plantea en este caso que a medida que vayamos aprendiendo las lecciones de la pérdida, podemos afrontar nuestra vida con distintas prioridades, con un criterio más claro respecto de lo que es importante y de lo que no lo es. Al revisar nuestra filosofía de vida, también nos vamos reinventando a nosotros mismos. (Neimeyer, 2002).

Estos cinco elementos terapéuticos, si bien han sido denominados como tareas por parte del autor, cumplen un rol de intervención para los sujetos que padecen un duelo por pérdida de un familiar. Así mismo, a las bases de estas formulaciones, existen las características de esta experiencia, apuntando al mundo de significados de los propios individuos y a su ámbito interaccional con los otros y con su contexto. Este último elemento es el que resulta de gran importancia, ya que las posibilidades de aceptar la pérdida, por parte de los sujetos dolientes, aumenta, ya que es considerado integralmente para el tratamiento.

Las diferencias teóricas entre los dos tipos de duelo descritas en esta investigación, hacen que los tratamientos descritos pierdan lógica y sentido para aquellos individuos que padecen el duelo por la desaparición de un familiar, a saber;

En el primer aspecto terapéutico, la imposibilidad de aceptar la realidad de la pérdida, pasa principalmente por la ausencia de una experiencia que aceptar, ya que no se sabe por parte de los dolientes, cual es el proceso que deben afrontar, no se sabe del familiar desaparecido, ni de su vida, ni de su muerte.

En cuanto a la propuesta de “abrirse al dolor”, se plantea que los sujetos que padecen esta experiencia, en tanto su impacto afectivo, oscilan permanentemente entre dos emociones características, la esperanza y la frustración, proceso que dada la incertidumbre, no puede ser cerrado ni asumido por parte de los dolientes.

En lo que respecta al mundo de significados, se plantea que su revisión puede ser fundamental en este proceso, ya que la experiencia, según lo observado en los resultados de la investigación, redefine todos los aspectos del sí mismo, haciendo de la pérdida la temática central de la experiencia, por lo que en vez de integrar la pérdida como un fenómeno propio de lo humano, como lo propone el autor, lo que se debe hacer es revisar aquellos significados personales existentes antes de la experiencia de la desaparición, y compararlos con los actualmente instalados, con la finalidad de poder rescatar aquellos aspectos positivos del individuo que son independientes a la experiencia del duelo.

La reconstrucción de la relación con lo que se ha perdido, resulta imposible, ya que al no poder superar la experiencia, y al no poder dar un cierre en cuanto a todos los procesos iniciados con la desaparición del familiar, la relación con lo perdido se define desde la ausencia, desde la “necesidad”, y dada la incertidumbre, resulta imposible el formularla de otra manera.

Al igual que en el proceso anterior, el “reinventarnos a nosotros mismos” resulta inconcebible, dada la concreción observada en los individuos, el sí mismo está definido desde la experiencia de la desaparición, y la imposibilidad de dar un cierre a la experiencia impide a su vez la reestructuración del sí mismo, ya que no hay elementos que sustenten y mantengan dicha reconstrucción.

No se pretende demostrar la inconsistencia del tratamiento propuesto por el autor, ya que para efectos del duelo descrito por él, las dimensiones a trabajar calzan perfectamente con la teoría y con la experiencia del individuo, sino que más bien se pretendía el demostrar que para proponer un enfoque práctico respecto de las posibilidades de acción para los sujetos que padecen el duelo por desaparición, se deben replantear algunos elementos.

Para finalizar, a continuación se señalarán algunos elementos que deben ser considerados en un enfoque terapéutico respecto de este proceso;

- Lograr que el individuo tome conciencia respecto del impacto que la experiencia de la desaparición tiene en su propia vida, identificando aquellos más perturbadores e invalidantes.

- Redefinir los sentimientos de culpa por los de “responsabilidad”, con la finalidad de lograr en el individuo una disposición a la acción y así se convierta en agente activo respecto de su propia experiencia.

- Realizar una clara identificación y descripción del mundo de significados del individuo, con la finalidad de rescatar ciertos elementos positivos que podrían ser mantenidos de manera independiente a la experiencia de la desaparición.

- Construir distintos caminos a seguir, respecto de su propia vida, en base a aquellos aspectos de su experiencia independientes a la desaparición, con la finalidad de disminuir el impacto invalidante de la incertidumbre.

- Comprender la imposibilidad de darle un cierre a la experiencia traumática, y dar la posibilidad de que dicha experiencia coexista con las distintas dimensiones de la vida del sujeto.

No se pretende formular un “tratamiento” respecto del duelo por desaparición, sino que más bien identificar ciertas áreas que podrían ser consideradas a la hora de realizar un trabajo con estos individuos, privilegiando los elementos de su propia experiencia y entendiendo a la vez, el impacto y las consecuencias que tal proceso tiene para los individuos.

“… La experiencia se define y se formula en un constante fluir, en una interacción permanente entre el sujeto consigo mismo y con los demás, por lo que a la hora de considerar el abordaje terapéutico de cualquier trastorno, se debe considerar que el trabajo se realiza con una persona… y no con una enfermedad…”


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